Aprovechar la tecnología sí, adorarla o dejarse abducir por ella, no. Porque la máquina, que no salga de la provincia, es idiota
Insisto: si es inteligencia, no es artificial; si es artificial, no puede ser inteligencia. Una máquina no hace sino repetir lo que el hombre le ha introducido, previamente. Eso sí, lo hace a toda velocidad.
Ejemplo primario pero ilustrativo: con motivo de un viaje en una ciudad española me acerco a un parquímetro que me ofrece una oferta para aparcar todo el día: 4,35 euros. Introduzco el importe pero, al carecer de una moneda de cinco céntimos de euro, optó por echar algo más: me lo devuelve todo. Así una y otra vez: todo parece estar en orden pero nada funciona, que es la nota distintiva del maquinismo: convertir al hombre en esclavo de la máquina: o aceptas su forma de actuar o no puedes actuar.
Al final, caigo en la cuenta de que a lo mejor es que la maquinita exige el importe exacto. Acudo a un establecimiento próximo y les pido cambio con moneda de cinco céntimos incluida... y el puñetero parquímetro me entrega el recibo salvador. Se trataba de un parquímetro riguroso, de lo más inteligente. Si en lugar de una máquina lista hubiera sido un hombre tonto me lo habría aclarado al instante.
Utilicemos la tecnología, tanto como sea posible, para hacer ecuaciones que faciliten la vida y el pensamiento humanos, pero no hace falta adorarla ni mitificarla
Las máquinas no piensan y la digitalización de la sociedad no es más que un pensar menos para acelerarnos más, porque es verdad que lo poco que piensa la máquina, lo que le ha introducido el hombre, lo realiza a grandísima velocidad y con gran eficacia. Precisamente esto es lo que nos fascina de la IA: la velocidad y la eficacia. Como buen tirano, el maquinismo suele ser muy eficaz.
Pero la velocidad sólo es un accidente que, encima, puede resultar peligroso. No puede ser el futuro de la humanidad o no debería serlo.
Toda máquina es una calculadora. No domina otra cosa que ese apartado de las matemáticas llamado cálculo. Aunque calcule a gran velocidad
Por lo demás, mitificar la Inteligencia Artificial es un forma de aborregamiento como otra cualquiera. ¿Significa esto que hay que renunciar a la tecnología? Todo lo contrario. El humanismo cristiano, o sea, el paisano católico, debe aprovechar la tecnología para evangelizar, aprovecharla todo lo que pueda con una sola condición: que no rija nuestras vidas. La única inteligencia que existe es la humana, creada por Dios y creadora, entre otras cosas, de máquinas repetidoras. Y no se trata tan sólo de que una máquina no pueda sentir, es que lo que caracteriza al ser humano no es el sentimiento sino la razón y, por tanto, la libertad. Ahora bien, la máquina es más rápida que el hombre y su capacidad para resolver ecuaciones -que es lo único que sabe resolver- ayuda al pensamiento y a la vida del hombre.
No se trata tan sólo de que una máquina no pueda sentir, es que lo que caracteriza al ser humano no es el sentimiento sino la razón y, por tanto, la libertad
Por tanto aprovechar la tecnología sí, adorarla o dejarse abducir por ella, no. Porque la máquina, que no salga de la provincia, es idiota.