Pues qué quieren que les diga: lo mejor hubiera sido que el BCE no hubiera inundado el mercado de liquidez durante la última década, pero una vez hecho, lo mejor hubiera sido cortar el grifo antes, mucho antes. Porque después de 10 años alimentando la irresponsabilidad de los políticos, -irresponsabilidad que ejercen por nuestro bien, naturalmente- a la Eurozona le va a costar sangre, sudor y lágrimas drenar toda esa liquidez sobrante.

De hecho, ya comenzó a hacerlo en julio, coincidiendo con la primera subida de tipos, pero ahora se dispone a intensificar el proceso. “En diciembre estableceremos los principios clave para reducir las tenencias de bonos en nuestra cartera del programa de compra de activos”, afirmó el viernes en el Congreso Bancario Europeo, celebrado en Fráncfort.

Lagarde ha dicho basta. No es lógico que, mientras el BCE sube los tipos para controlar la inflación, con el consiguiente frenazo de la economía, los gobiernos, por ejemplo el de Pedro Sánchez, siguen disparando las subvenciones -el gasto público- con el pretexto de paliar los efectos del parón económico, como si las subvenciones fueran el remedio cuando, en realidad, son el problema.

Fráncfort va a cortar el grifo porque ve que Bruselas, a las buenas, no va a reducir el gasto público. Fue la amenaza que lanzó el comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, a principios de septiembre. No es momento de volver a las reglas fiscales de Maastrich -3% de déficit y 60% de deuda pública como máximo- y probablemente nunca llegue el momento de volver a ellas. Está en juego el estado del bienestar, por ejemplo, el de Sánchez.

El presidente español, en cualquier caso, puede estar tranquilo, de momento, porque Lagarde prometió seguir ayudando a los más endeudados como España e Italia. “Se mantendrán nuestras herramientas para preservar la transmisión ordenada de la política monetaria, en particular, las reinversiones flexibles en el marco del programa de compras de emergencia por la pandemia y el nuevo instrumento de protección de la transmisión”, señaló.

No es una buena noticia. La deuda pública de nuestro país aumenta a gran velocidad y cada mes bate el registro anterior. En septiembre ya se situó en 1,504 billones de euros (un 0,8% más que en agosto y un 5% más que en septiembre de 2021), el 116% del PIB. Sánchez sabe que ni España ni Italia pueden caer, porque los siguientes serían Francia y Alemania. Además, no quiere reducir el gasto público porque el pueblo se merece lo mejor.