El diplomático argentino Rafael Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de Naciones Unidas, ha dejado al descubierto a la vicepresidenta cuarta y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera. Y es que considera que “en la Unión Europea hay un movimiento para descalificar la actividad nuclear como energía verde, sin motivos científicos”, ha señalado en una entrevista en El Mundo.

Unas declaraciones que no llegan en un momento cualquiera, sino que coinciden con la celebración de la ‘Cumbre de Líderes sobre el Clima’ organizada por Joe Biden. Cita ante la que se han plegado los líderes de 40 países con compromisos de reducción de emisiones de CO2 para 2030: por supuesto, el anfitrión, Biden, que ha prometido reducir las emisiones un 50%; y el ruso, Vladimir Putin, “al menos el 55%”. También ha participado, cómo no, el español, Pedro Sánchez, y… hasta el chino Xi Jinping, que no ha fijado la meta de neutralidad en carbono para 2050 (como la mayoría) sino para 2060, diez años en los que podrá seguir creciendo más que el resto.

El pasado diciembre Grossi señalaba que el IPCC predice que “sin la energía nuclear sería imposible reducir las emisiones contaminantes y cumplir los acuerdos internacionales en esta materia”

Convendría que todos estos líderes y el resto tuvieran en cuenta las palabras de Grossi, porque considera que nuclear es “fundamental en la lucha contra el cambio climático” y vital “para descarbonizar la economía”. También recuerda que supone un tercio de la energía limpia mundial y puede complementar a las renovables. Por todo ello, aunque respeta las decisiones de cada país, cree que los gobiernos tendrán que revisar sus planes de cierre de reactores, decisiones que responden en muchos casos a asuntos políticos, o sea, a ideología.

La mayor parte de estos argumentos ya los defendió Grossi el pasado diciembre, cuando destacaba que la nuclear “tiene su lugar en el mix energético y en la protección ambiental”. Asimismo señalaba que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), un organismo científico creado en 1988 por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, “predice en todos sus modelos que sin la energía nuclear sería imposible reducir las emisiones contaminantes y cumplir los acuerdos internacionales en esta materia”.

Ahora Grossi añade la posible revisión de los planes de cierre, que Ribera acordó de forma progresiva entre 2027 y 2035 para los siete reactores que quedan operativos en España, pese a que garantizaron el suministro junto al ciclo combinado, como se pudo ver en 2020. Claro que Grossi no es el único que defiende el papel de la nuclear, en nuestro país también lo hacen, entre otros, Ignacio Araluce, presidente de Foro Nuclear, que ha advertido a Ribera que debe reducir la presión fiscal a esta energía que es imprescindible para la transición ecológica, porque ahora se la está asfixiando a base de impuestos; o Jesús Guerra, que ha presidido la Sociedad Nuclear Española, subrayando que prescindir de la misma “para nada contribuye a la emergencia climática”. Y la vicepresidenta también debería tener en cuenta que la nuclear recibe el apoyo de la mismísima ONU, del visionario Negroponte e incluso de los verdes finlandeses. ¡Sí, han leído bien! Parece que hace falta menos ideología en el debate nuclear y más datos de lo que de verdad supone esta energía.