A Mark Zuckerberg, como a Sundar Pichai, CEO de Google, le han entrado las prisas porque su imperio, construido alrededor de Facebook, se podría venir abajo si no se actualiza. Y esa actualización pasa por la inteligencia artificial que, conviene recordar, si es artificial no es inteligencia. Las máquinas, incluso las más capaces, sólo hacen lo que programa la mente humana.

La irrupción de ChatGPT encendió las alarmas en Meta: había que acelerar el paso, por un lado, para desmontar el fiasco del metaverso -perdió 3.992 millones hasta marzo- y, por otro, para desarrollar una IA propia, capaz de competir con Microsoft y Google. ¿Lo logrará?

Todavía es pronto para saberlo. Lo que sí parece claro es que los inversores están con Zuckerberg: la cotización de Meta se disparó el jueves un 13,9% en bolsa tras publicar unos resultados trimestrales más bien discretos, con un aumento de los ingresos del 3% (28.645 millones de dólares), pero una caída del beneficio del 24% (5.709 millones).

Para tranquilidad de Zuckerberg, el negocio principal del grupo sigue creciendo: el número de usuarios activos mensuales de Facebook aumentó un 2% respecto a marzo de 2022, y un 4% los diarios mientras los ingresos por publicidad aumentaron un 4,1%, hasta los 28.101 millones de dólares. Facebook tiene actualmente 2.990 millones de usuarios activos mensuales.

La cuestión es si eso será suficiente para hacer realidad el giro estratégico que necesita la compañía y que implica unos gastos estimados -pérdidas del metaverso, inversiones en IA y ajustes de personal- de hasta 90.000 millones sólo este año. Luego está la cuestión realmente importante: ¿Utilizará Zuckerberg la IA para seguir censurando los mensajes críticos con las consignas del Nuevo Orden Mundial (NOM), esto es, críticos con la ideología de género y el cambio climático? Lo más probable es que sí. Lo contrario sería una noticia tan buena como inesperada.