Carlos Torres ha puesto la sostenibilidad en el centro de la estrategia del BBVA. “Es la mayor disrupción de la historia, no sólo por la magnitud del reto, que requiere inversiones colosales, sino por la urgencia para acometerlo”, ha repetido en más de una ocasión.

Dicho y hecho, el banco ha ido aumentando su compromiso de financiación sostenible en los últimos ejercicios para pasar, de los 100.000 millones de euros de febrero de 2018 a los 300.000 millones comprometidos en octubre de 2022. En diciembre de ese año, el BBVA alcanzó, por tercera vez consecutiva, el galardón como el banco más sostenible de Europa y la segunda del mundo, según el Dow Jones Sustainability Index, el índice de referencia en esta materia.

Si han tenido el gusto -y el tiempo- de seguir las intervenciones de Carlos Torres desde que es presidente, se habrán percatado de la evolución de su discurso hacia lo verde. Ya nada es más importante que la descarbonización, ni siquiera la digitalización… y mucho menos la red de oficinas y la atención al cliente.

Pues bien, ese discurso verde choca con el de Larry Fink, primer ejecutivo de BlackRock que, además de ser el fondo de fondos más grande del planeta, es el principal accionista del BBVA, con un 5,9% del capital.

Por suerte para Torres, Fink no es partidario de tener consejeros en las compañías en las que está, ni de provocar polémicas -BlackRock no es activista, en ese sentido-, pero tampoco es de los que permanece impasible, y ahí está lo bonito de la historia.

Porque resulta que, durante los últimos tres años, BlackRock ha reducido significativamente su apoyo a los criterios ESG (Environmental, social and goverance) de las compañías en las que está. Y es que Fink no oculta que lo verde es caro y que antes de lanzarse a la descarbonización hay que ver si el asunto es rentable. Sostenibilidad sí, pero si es rentable.

Esto significa que el fondo votó a favor de sólo 26 propuestas de este tipo en las juntas de accionistas de todo el mundo hasta junio de este año, el 7% del total, mientras que el año pasado apoyó el 22% y en 2021, votó a favor del 47%.

En definitiva, la obsesión verde de Carlos Torres se ha topado con un obstáculo imprevisto: BlackRock.