El próximo jueves 9 de junio Christine Lagarde, gobernadora del BCE (me gusta más lo de gobernador que lo de presidente, que de éstos hay muchos) deberá aclarar a toda Europa cuándo, pero sobre todo cómo, va a subir los tipos de interés sin que, mismamente, Italia y España sufran una quiebra de deuda. Sí, he dicho quiebra de su deuda pública.

Con un bono disparado y cada vez más alejado del alemán -el famoso diferencial- a Pedro Sánchez, mismamente, le resulta cada día más difícil mantener su política económica de subvenciones publicas, derrochadas para mantener el voto cautivo pero sobre todo, le cuesta mantener sus promesas electorales sobre pensiones, que deben subir según un IPC... disparado.

Lagarde no se atreve a subir los tipos sin mantener una puerta abierta al bono español e italiano, por miedo a que estos dos países, y alguno más, quiebren

En este caso, la decisión sobre política monetaria, es decir, la urgente reducción del océano de liquidez que está devaluando el conjunto de la economía mundial, viene agravada por la irrupción del bitcoin, arquetipo de la economía especulativa y convertido, ante la pasividad de las autoridades monetarias, económicas y políticas, en un patio de monipodio de dinero negro y de financiación de todas las actividades ilícitas, amén de destructor de ahorros. No hay dinero para la industria pero sí para especular con una moneda de la que nadie se hace responsable y de la que no sabemos ni su origen (algo parecido al virus del Covid).

Para entendernos, lo único que puede salvar, no ya a Europa, sino a todo Occidente, y con él a toda la humanidad, es una reducción drástica del gasto público, un empequeñecimiento del Estado, de los grandes mercados y de las grandes multinacionales, una resurrección de la persona como eje de la economía, y, a largo plazo, una mayor natalidad que rejuvenezca a una población envejecida y sin esperanza de futuro.

La cuestión de fondo no es el precio del dinero sino el exceso de liquidez que devalúa toda la economía mundial

Pero, de entrada, una reducción drástica del dinero en circulación resulta imprescindible. Christine Lagarde no se atreve a subir los tipos sin mantener una puerta abierta al bono español e italiano, por miedo a que estos dos países, y alguno más, quiebren.

Ojo, la cuestión de fondo no es el precio del dinero sino el exceso de liquidez que devalúa toda la economía mundial. Lo de menos es que Lagarde suba el precio del dinero, lo de más es que deje de comprar deuda pública de los gobiernos del euro porque esa deuda pública alimenta un clase política cada día más irresponsable, que financia sus subvenciones, es decir, su voto cautivo, emitiendo bonos que le compra el BCE sin hacer preguntas y a tipos negativos.

La era de la política irresponsable consiste en políticos que, como Pedro Sánchez, endeudan a un país para mantenerse ellos en el poder

Re-dicho de otra forma: vivimos en la era de la política irresponsable, consistente en políticos que, como Pedro Sánchez, endeudan a un país para mantenerse ellos en el poder. España ya está rozando el 120% de deuda pública sobre PIB. Eso es sencillamente insostenible. Entre otras cosas, por un sencillo principio ético primario, el de las amas de casa: en un hogar no se puede gastar más de lo que se ingresa. Pues en un Gobierno, lo mismo. El endeudamiento debe ser sólo temporal, extraordinario y a corto plazo. Si un ama de casa se comportara como hacen los presidentes del Gobierno, llevaría su hogar a la ruina.

¿Es que no nos damos cuenta de que el océano de liquidez en que vive el mundo desde hace ya medio siglo (1971, por culpa de Richard Nixon) no ha hecho otra cosa que devaluar la economía mundial, toda entera?