Esto circula internamente por la red de BBVA: “En las oficinas Store de Caixabank ofrecen café; en las de BBVA, ibuprofeno”. Es una anécdota, pero muy ilustrativa del ambiente laboral que hay en las oficinas del banco que preside Carlos Torres. En la red tienen claro que existen dos tipos de empleados y que ellos no son, precisamente, los que más cuentan para la cúpula, a pesar de que Onur Genç declarara hace unos días y por partida doble, que lo más importante del banco son sus empleados. Declaraciones que, por cierto, cayeron como una bomba entre los trabajadores de la red de oficinas.

Lo cierto es que Torres lleva tiempo buscando sustituto para el consejero delegado que, a pesar de aprender español y aparecer en las últimas semanas en dos encuentros financieros celebrados en Madrid, no se prodiga en reuniones ni visitas a la red.

Y en esa búsqueda, la persona que está ganando más terreno es Peio Belausteguigoitia, actualmente CEO del banco en España. Torres confía en él -está apareciendo y participando más que nunca junto al presidente- y además, un detalle importante, es de Bilbao, es decir, le sirve a Torres de puente con las familias tradicionales de Neguri, las mismas que fueron marginadas en su día por FG.

Belauseguigoitia, además, es un banquero a la vieja usanza, más presencial que digital, y conoce el negocio a la perfección, aunque no destaca por sus habilidades sociales, que es manifiestamente mejorable.

Si la red está cabreada, los accionistas tampoco están satisfechos a pesar del dividendo, por la negativa evolución de la cotización. Efectivamente, desde que el banco anunció la macro-recompra de acciones (10% del capital), la cotización del BBVA no solo no ha subido sino que ha caído alrededor de un 2%, hasta los 5,57 euros en los que ha cerrado este jueves. Y una recompra del 10% del capital debería haber disparado la cotización, a pesar del castigo bursátil al que está sometido el sector.