El 18 de septiembre de 2020 se celebraba en Valencia la rueda de prensa de fusión de Caixabank y Bankia. Un año después, José Ignacio Goirigolzarri, a pesar de prescindir de su equipo, en Bankia, Pepe Sevilla, Antonio Ortega, Miguel Crespo y Amalia Blanco, en la cuádruple dimisión que allanó el camino hacia la unificación, puede decirse que incluso contra todo pronóstico, Goiri no será un presidente de paja en Caixabank. 

Recuerden, en aquella presentación de la nueva sociedad se explicó que se aplicaría el método Herrhausen, muy del agrado del Banco Central Europeo (BCE), y que divide el poder entre el presidente y el Ceo. El presidente lleva las relaciones institucionales, el equipo jurídico y el de comunicación. El Ceo, todo lo demás. Pero con la aludida cuádruple división parecía como si Goirigolzarri quedara sin otro cometido más que el de dirigir las reuniones del consejo.

Un año después, se ha visto que no es así: Goiri, tres días en Barcelona, dos en Madrid, y casi tres veces al mes en Valencia, mantiene todas esas funciones además de la interlocución con la vicepresidente, Nadia Calviño, y con Isidro Fainé, que sigue presidiendo Criteria, propietaria de algo más del 30% del capital. 

Y lo que es más importante: el bilbaíno Goiri se ha entendido con el vitoriano Gortázar a las mil maravillas. Eso sí, no sesiona con los ejecutivos, ni con los de banca al por mayor, ni con el rey de la banca al por menor y de la red de sucursales: Juan Antonio Alcaraz

Lo más curioso de todo es que, al menos por lo que se refiere a la banca española, Caixabank representa hoy el modelo exacto que el BCE desea para el gobierno corporativo de la banca, más que Santander y BBVA