El discurso de Su Majestad, Felipe VI a los españoles (ver aquí), del miércoles 18 de marzo, resultó un calco, no sólo de ideas, sino también de eslóganes, de las intervenciones recientes del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Sólo le faltó a Su Majestad cantar Resistiré (del Dúo Dinámico, ‘reyes’ de la canción melódica) como himno de la nueva religión progresista que lleva por nombre “luchemos unidos contra el coronavirus”.

El Monarca ni tan siquiera matizó que la declaración del Estado de Alarma vulnera todos las libertades de los españoles: convirtió la excepción en regla

Unidos al Gobierno, naturalmente y encerrados en nuestros hogares por orden del Gobierno. Porque lo cierto es que Moncloa está utilizando la epidemia para eliminar los derechos y libertades de los españoles.

Y Felipe VI, sin matiz alguno, se ha dedicado a refrendar la política liberticida del nuevo César, Pedro Sánchez, quien, a cambio, le permitirá continuar como rey de España. De hecho, Sánchez ya ha apoyado al actual Monarca, y con entusiasmo, en su papel de repudiar a su padre y antecesor, el Rey Juan Carlos, en una de las actitudes más mezquinas que se le recuerdan a SM Felipe VI.

Sánchez, apoyado por el jefe del Estado, ha convertido España en una cárcel, donde a los únicos que se les permite abandonar la prisión es a los convictos

El pasado jueves en su discurso contra el coronavirus, Felipe VI no sólo calcó las ideas, sino también los términos. Habló del “Estado”, en lugar de España, y recordó a quien no lo supiera que la Declaración del Estado de Alarma figura en nuestra Constitución. Y la declaración del Estado de guerra también, Majestad, pero promulgarla no es una buena noticia.

Si tan siquiera matizó Su Majestad que el Estado de Alarma es, de suyo, liberticida, y que ha convertido a los españoles en presos (los únicos que pueden salir de prisión en la España de ahora mismo, son los presos) y que ha sido especialmente dirigido contra la libertad religiosa de los católicos, con las iglesias cerradas y las misas prohibidas (en esto también ha colaborado ¡Ay dolor!, la autoridad eclesiástica).

Pero ningún anticlerical quiere destruir la religión sino sustituirla por otra. Voltaire confesaba que se veía incapaz de gobernar una sociedad de ateos. Sánchez, que sigue a Voltaire aunque probablemente no sepa ni quién es, hace lo mismo: ha convertido el progresismo (y sus aderezos: el feminismo, el ecologismo, el animalismo y la ideología de género) en el credo sustitutorio. Y está religión exige mucha más fe y hasta credulidad que la cristiana, se lo puedo asegurar.

El repudiado Rey Juan Carlos I tenía una cosmovisión católica. Por contra, su hijo Felipe VI, el repudiador, es un progre

Al final, el Estado de Alarma apunta contra la Eucaristía y contra la religión católica que, no lo olvidemos, es una religión sacramental y social.

Más calco de Felipe VI al presidente Sánchez: crisis que estamos combatiendo y vamos a vencer y superar, unido. Es como el eslogan monclovita: al virus le vamos a parar unidos. Pero eso sí, unidos a la fuerza y como monaguillo de La Moncloa.

¿Y por qué hemos de hacer tal cosa? Escuchen al monarca: “por el bien de todos”. ¿Y quien decide qué es bueno o malo para mí, según Su Majestad y según el presidente del Gobierno: la autoridad, naturalmente.

Mensaje final: “volveremos a la normalidad”. ¡Anda ya! Esto no es sino un ensayo con fuego real para domeñar a un pueblo y crear una dictadura… en nombre de nuestra salud y nuestra seguridad.

Los republicanos, hoy en el Gobierno, aplauden el discurso regio. Cuando ya no le necesiten, enviarán al Rey al exilio

Además, un pueblo como el español que, también hoy, cuando se ha vuelto descreído y, con ello, cobardón, se guía por unos principios cristianos, garantes de su libre albedrío, o simplemente se vuele una masa amorfa y manipulable. La presunta lucha contra el coronavirus forma parte de una estrategia mundial (a esto no llega Sánchez) contra la Eucaristía, porque la Iglesia vive de Eucaristía… y el mundo también, aunque lo desconozca.

¡Ah! y la guinda real: España saldrá de esto como “una sociedad más solidaria y más unida”. Cierto: más unida y más uncida al yugo del Gobierno. La discrepancia, la libertad, quedará anulada porque la masa informe, agnóstica, obedecerá como un rebaño de borregos los dictados de la autoridad.

En resumen: con su discurso del miércoles el Rey ha ratificado, desde la Jefatura del Estado, el mayor ataque contra la libertad religiosa de los católicos, con el señuelo del coronavirus, y ha legitimado a ese aprendiz de tirano que es el César Sánchez. El mismo Cesar Imperator que  ha convertido España en una cárcel, donde a los únicos que se les permite salir de prisión es a los convictos.

Todo esto mientras el Rey Felipe VI repudia al Rey Juan Carlos I, quien, con todos su defectos, tenía una cosmovisión católica. Por contra, su hijo, a ver si nos enteramos y no nos engañamos, el repudiador, es un progre.

Naturalmente, los republicanos socio-podemitas, hoy en el Gobierno, aplauden el discurso regio: contribuye a derruir la monarquía española, que antes era católica, ahora no pero el que tuvo retuvo.

Y cuando ya no les sirva, los socio-podemitas le dirán a Felipe VI lo que le dijeron a su bisabuelo Alfonso XIII: al exilio se va por tren a Francia o por barco a Italia. Elija usted la ruta, Majestad.