Si uno lee el comunicado de Zarzuela y luego se pincha un dedo no le sale sangre. Los datos primero: SM el Rey Felipe VI retoma la asignación oficial a su padre. SM Juan Carlos I, y renuncia a su herencia. Le ‘deshereda’ institucionalmente y renuncia a ser su heredero.

La primera en la frente: se trata de presuntas comisiones cobradas en Suiza, presuntamente de la monarquía saudí, presuntamente por contratos oficiales, presuntamente a través de dos fundaciones: Zagatka y Lucum. Oiga, y si todo es presunto, por qué el hijo condena al padre antes de la sentencia.

La segunda en el pecho: el comunicado habla constantemente de informaciones periodísticas y cita al Daily Telegraph como si fuera la gota que ha colmado el caos de la paciencia regia. Señor: ¿no podría usted haber hablado directamente con su padre o investigar directamente las informaciones?

La tercera en los hombros: renuncio a la herencia. ¿Y por qué razón? Un hijo no renuncia a una herencia si no quiere despreciar a sus padres.

Un monarca dispuesto a firmar cualquier norma contra la vida, la familia, la libertad de enseñanza o la propiedad privada, condena a su padre y predecesor antes de ser juzgado

Además, debemos acostumbrarnos al principio anglosajón de que al asesino que mata se le mete en prisión pero al ladrón que roba, sale menos si no es con violencia, se le exige que restituya lo robado y con intereses. Pero lo que ha hecho Felipe VI con Juan Carlos I ha sido poner a su padre, y sobre todo el honor de su padre, contra las cuerdas sin necesidad. O mejor, para reforzar su imagen.

Y por cierto, señor Jaime Alfonsín Alfonso, jefe de la real casa: ‘honesto’ no es la palabra que debió usted utilizar, sino ‘honrado’, porque honrado es lo que pasa de cintura para arriba, honesto se refiere a lo que acontece de cintura para abajo. A no ser que se refiriera usted al Corina-virus.

Pero el problema no es lo que ocurrió el domingo 15 sino lo que implica. La decisión regia significa, y confirma, que tenemos un rey progre, que bajo capa de ‘honestidad’, está dispuesto a cualquier cesión ética –laétia no se circunscribe al mundo del dinero- a cambio de que la izquierda le permita seguir en el cargo y se olvide de la bandera de la III República.

El mismo manarca que no se atrevió con la Operación Borrell  y que permitió la entrada de los comunistas de Pablo Iglesias en el Gobierno, o sea, un rey blando, se comporta ahora con una dureza inusitada con su padre. Dureza que contrasta con la blandenguería con la que trata a una esposa fuera de control.

¿Es que no se ha da cuenta el Rey de que con su comunicado de ayer ya ha condenado a su padre antes de que lo hagan los jueces, los medios y la ciudadanía?

El mismo monarca progre que no duda en firmar leyes de aborto contra la familia, la ley de la eutanasia, las leyes contra la libertad de enseñanza contra la propiedad privada, que tan sólo ha sido firme, y no siempre, en la defensa de la unidad de España, no espera ahora a que termine un proceso y mancha el honor de su padre para recibir un aplauso del Gobierno socio-podemita que durará menos que un caramelo a la puerta de un colegio. 

Felipe VI ha hundido a su padre para buscar el aplauso del Gobierno socio-podemita… que durará menos que un caramelo a la puerta de un colegio

Se me dirá que Juan Carlos I también firmó leyes contra la vida (aborto, por ejemplo). Sí es cierto, y le censuro por ello, porque un Rey de España no sólo tiene que cumplir la Constitución sino los derechos del hombre. Ahora bien, la diferencia entre padre e hijo es que Juan Carlos I vulneraba sus principios pero dejaba esos principios incólumes. Felipe VI, por el contrario, eleva a principios sus valoraciones personales. En lenguaje doctrinal, el primero es un pecador que incumple los mandamientos mientras el segundo es un profeta que redacta una nueva tabla de la ley.

Majestad: meter la mano en la caja -y en presunto- no es único ni el mayor pecado del mundo. Y lo que es más importante: Señor, deje de comportarse como un progre, porque el progresista considera que la verdad no existe, el bien tampoco. Y la perdurabilidad de la Monarquía no se apoya en la lucha contra la corrupción -concepto de sustancia variable según quien lo use- sino en actuar en orden a la verdad y comportarse en orden al bien. Y si no es así, el primero que se pasa al régimen republicano es servidor.