Las redes sociales son el patio de comadres universal. Estamos de acuerdo. Y en ocasiones, un peligro para la estabilidad emocional de la humanidad. Y tierra políticamente correcta y bastante deleznable. Todo eso es cierto, pero, también lo es lo que me ocurrió hace pocos días en una de esas charlas de Facebook, salió un alguien con los argumentos propios del suicida: la vida ha dejado de tener sentido para mí, etc, etc. Hasta ahí lo previsible, pero no lo era que otro alguien le respondiera. “Déjate de quejarte y ponte a hacer algo por los demás”.

¡Buen consejo, a fe mía! En efecto, la depresión es la enfermedad de nuestro tiempo, al menos en Occidente, y el suicidio constituye la primera tipología de muerte provocada (externa, como se dice ahora, para incluir los muertos por accidente de tráfico). 

Sí, el deprimido es culpable por estar eternamente pendiente de sí mismo. El suicida no solo es culpable: es el peor de los homicidas.

El suicida es culpable, el deprimido también

Y todo esto se resume en aquel pistolón que se comprara el gran Chesterton para según propia confesión: ofrecérselo a quien aseguraba que la vida no tenía ningún sentido. El suicidio es escaso castigo para quien no siente gratitud por la vida que le ha sido dada… dado que la forma primera del pensamiento es el agradecimiento.

Y la vida es demasiado hermosa como para despreciarla. Además, la vida suele dejar de tener sentido cuando se convierte en visa. Sí, en tarjeta visa. Porque la depresión tiene un origen: la concentración en uno mismo y en su propia comodidad, en su propio dinero, en su propio poder… en su propia tarjeta visa.

Así que si la vida ha dejado de tener sentido para ti… haz algo por los demás y verás que pronto recobra ese sentido perdido.