Con cifras oficiales, 3.569 personas se quitaron la vida en 2016, es decir, una decena por día, según las últimas cifras disponibles, en España. Número en aumento, pero tranquilos: el suicidio es feminista, se suicidan muchos más hombres que mujeres.

Sin embargo, tanto en España como en Europa (ver cuadro), el suicidio no guarda un patrón definido: no se suicidan más personas en los países ricos que en los pobres, aunque los civilizadísimos hombres del norte, con alguna excepción, se sitúan más o menos a la cabeza en esto de matarse a sí mismos (quizás por la ausencia de luz).

No hay forma de establecer un patrón: ricos/pobres, jóvenes/viejos, etc.

En cualquier caso, en esta España triste y en esta Europa desesperada, la gente acude al peor de los homicidios, el más ingrato, porque se han cansado de vivir, que es algo parecido a no decir nada. La gente se suicida porque no tiene una razón para vivir. O, como decía Victor Frankl (en la imagen), el hombre de la logoterapia, que sobrevivió a varios campos de exterminio nazi, “si tienes un porqué para vivir, acabarás encontrando el cómo”.  

La gente se mata porque no tiene una razón para vivir

Al parecer, la vieja Europa no ha encontrado un porqué para vivir. La sociedad del éxito nos ha conducido al fracaso.

No obstante, conviene analizar el porqué. Ya que si en esa razón para vivir no anda metido Cristo, si todo acaba tras la muerte, no se me ocurren muchos porqués para vivir.