Sr. Director:

A la vista está que España y otras sociedades tradicionalmente cristianas se derrumban precisamente por olvidar sus raíces que son cristianas. Pero creo que todavía estamos a tiempo de rectificar y ponernos manos a la obra para que el desastre no sea mayor de lo que está siendo. La Iglesia y los católicos nos gloriamos en nuestra fe, en Jesucristo, en nuestro amor y fidelidad al Papa, a los obispos, a los sacerdotes, y también hacemos como el Señor nos mandó: amar a todas las personas sin discriminar a nadie, orar y presentar la otra mejilla, etc. Ciertamente, cada vez los católicos somos menos y no hay casi ningún mortal que nos defienda. Y es que parece que tengamos miedo de manifestarnos como lo que somos: cristianos e hijos de la Santa Madre Iglesia Católica. Nuestra base y fundamento es Jesucristo, Salvador único y universal, que nos amó tanto que dió su vida en la Cruz por nosotros y resucitó de entre los muertos y ha derramado el Espíritu Santo en nuestros corazones para hacernos capaces de vivir como Él. Pero todo esto el mundo no lo entiende. Ni hace nada para entenderlo. ¿Vale más la vida de una planta o de un animal que la de una persona dependiente o en estado terminal?

¡Si supiéramos cuánto nos ama Dios lloraríamos de alegría y de rodillas le pediríamos perdón por nuestros pecados, fallos, errores, faltas de amor, faltas de solidaridad, de fraternidad, de caridad! Pero no. Parece que a los católicos nos da igual. Y casi nadie hace nada para que la situación cambie. ¿Qué hacen nuestros Obispos? ¿Qué hacen los sacerdotes? ¿Y los miembros de la Vida Consagrada? No se ven jóvenes en las iglesias, y si vemos niños es hasta que toman la Primera Comunión y luego se marchan y no vienen más. El Papa Francisco dice: Acerquémonos a ellos. Ciertamente esa es la solución: acercarnos a toda persona para guiarla hacia Cristo. Y esto requiere oración, formarnos bien humana y cristianamente, criticar lo que no está bien a los ojos de Dios, dar gracias al Señor por todas las cosas buenas que nos da y por todas las personas que trabajan por una sociedad justa y pacífica.

No esperemos que nos lo den todo hecho. Seamos nosotros los artesanos de una vida con sabor a Evangelio. Y apostar por Jesucristo quiere decir también apostar por los más pobres y desamparados. La Iglesia no es una ONG. Es el Cuerpo místico de Cristo que camina por este mundo hacia el cielo. Y como Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, tenemos la santa obligación de llevar el Evangelio de Jesucristo a todas las personas y a todos los pueblos para que todos sean felices en este mundo y en el otro. En España la situación es terrible. Se nos coarta la libertad y se burlan de nosotros, ya nos dijo el Señor que lo harían, pero no debemos responder al mal con el mal sino con el bien, dispuestos al martirio si es necesario, como nuestros hermanos de los años 30 del siglo pasado: miles y miles fueron martirizados y asesinados por el hecho de ser católicos y de hacer el bien en el nombre de Cristo. Ahora la persecución es de guante blanco. Por delante se nos hace buena cara, pero por detrás se intenta acabar con nosotros porque quieren acabar con la Iglesia de Cristo. Ya dijo el Señor que las puertas del infierno no prevalecerán contra nosotros, pero por eso mismo debemos mantenernos firmes en la fe, en la esperanza y en la caridad. La Iglesia nos recomienda: oración, meditación de la Palabra de Dios, acercarnos a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía, practicar las obras de caridad y de misericordia, obedecer a Dios antes que a los hombres. Y estar convencidos de que estando en Cristo estamos en la verdad que ni engaña ni puede engañar, porque la verdad y el amor se identifican en Cristo Jesús.

Demos razones de nuestra fe a todo aquel que nos pregunte. Y no temamos porque el Señor está con nosotros y no nos dejará: en la vida y en la muerte somos del Señor. Voto por una España cristiana. Gracias.