Como en Hungría. Al primer ministro Viktor Orbán le llaman dictador nacionalista porque lo políticamente correcto impone que un cristiano que no se avergüence de ello no puede gobernar un país europeo. Orbán es cristiano y no esconde su fe, con lo que todos el mundo en Bruselas se dedica a llamarle fascista y buscarle atentado contra los derechos humanos. En Polonia ha ocurrido lo mismo con las presidenciales. Al perdedor, el actual jefe del Estado, Broniskav Komoroski le califican de 'liberal' pero lo cierto es que procede del antiguo régimen comunista, no de Solidaridad. Por el contrario, el entronque ideológico del "ultracionalista", Andrzej Duda, ganador de las elecciones contra todo pronóstico, es el del movimiento polaco que tumbó el comunismo, no en Europa, sino en todo el mundo, de la mano de Juan Pablo II y de Lech Walesa. Pero claro, como esta raíz es cristiana hay que calificarla como ultranacionalista o, directamente, fascista. Lo importante es que emerja el 'ultra'. Si eres cristiano eres un ultra y no se hable más. Hispanidad redaccion@hispanidad.com