Telemadrid se creó al más puro estilo Gallardón, entonces en la comunidad de Madrid, luego alcalde capitalino y hoy ministro de Marina, perdón, de Justicia. La verdad es que la creación corrió a cargo del socialista Joaquín Leguina quien, naturalmente, introdujo a su gente, especialmente de UGT y CCOO. Pero a Gallardón no le preocupó el asunto: simplemente llegó a un pacto con la izquierda: vosotros tratadme bien y yo os dejo hacer.

Y vaya sí les dejó. UGT y CCOO hacen y deshacen a su antojo. Cuando hay huelga no cumplen los servicios mínimos: sencillamente, bajan la palanca y apagan la emisión. Se trata de trabajadores bien pagados, casi 1.200, es decir, más que las TV nacionales que atraen más audiencias. Pero eso a ellos les es igual. Lo suyo es la lucha ideológica y, con el paso de los años, ni siquiera eso: ahora se trata de saber quién manda, si la dirección o ellos. Y al parecer mandan ellos.

Naturalmente, todos los que no sean de su cuerda lo tienen claro: ser periodista o presentador en Telemadrid es una profesión de alto riesgo.

Naturalmente, cuando Esperanza Aguirre llega intentó privatizar un saco de pérdidas como era Telemadrid, porque ya se sabe que la rentabilidad y la eficiencia es algo que nunca ha preocupado a los dos sindicaos mayoritarios y subvencionados. Y ahora que puede hacerlo, resulta que los sindicatos apagan la pantalla. Porque sí, por sus narices.

Y lo malo es que esa historia va a acabar con el despido del 85% de la plantilla, y no todos ellos son culpables de las majaderías de sus presuntos representantes sindicales.

Para los que hablan de la necesidad de mantener lo público, también la TV pública, Telemadrid es un ejemplo de que cuanto más privados sean los medios, mejor que mejor. Y también representan el paradigma de cómo UGT y CCOO destrozan empresas.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com.