No podemos quedarnos con los brazos cruzados ante lo que está sucediendo en nuestro mundo con lo de Ucrania.

Y digo que tenemos que hacer algo contra la verdadera guerra que sí se está librando delante de nuestras narices: la guerra de la desinformación, porque cuando todos los medios dicen lo mismo y sin fisuras, y nadie informa de lo que la otra parte, es decir, Rusia, argumenta, eso es desinformación.

El magnate de la prensa inglesa de principios del siglo XX, Lord Northcliffe, afirmó que "información es aquello que alguien muy poderoso no quiere que se sepa". Y añadió desde su flemática personalidad: "Sólo es noticia aquello que alguien quiere ocultar; lo demás es publicidad". Y esto es justo lo que está sucediendo en plena era de la información propagandística y donde los periodistas han vendido su honor al mayor precio posible.

Vaya por delante que no justifico a Putin pero desde luego tampoco alabo el globalismo buenista occidental, que capitanean con descaro desde los Estados Unidos con Europa como lacaya, llevándole la toalla cada vez que pide ir al baño

Vaya por delante que no justifico a Putin pero desde luego tampoco alabo el globalismo buenista occidental, que capitanean con descaro desde los Estados Unidos con Europa como lacaya, llevándole la toalla cada vez que pide ir al baño. Una Europa sin identidad excepto por el valor del dinero, que ve cómo se desbaratan sus planes a medio plazo por la invasión rusa. Conviene no olvidar que Ucrania, realmente es el chivo expiatorio del globalismo para atrincherar al enemigo, Rusia, que ostenta un presidente de un más que dudoso triunfo democrático, cuya tardía vocación europeísta le ha puesto al pie de los caballos rusos, creyendo que terminaría montada en el carro de los grandes, cuando no son más que un país utilizado por la manipulación geopolítica neoliberal.

Veamos con un poco de atención la trayectoria de los Estados Unidos de los últimos 40 años, por poner una época cercana… Los medios de comunicación, controlados por el Imperio Invisible, vuelven a hacer uso del viejo sistema del que Lord Northcliffe hacía gala, es decir, silenciar lo que no quieren que se sepa y hacer propaganda falseando la verdad, o dicho de otra forma, usando una verdad para contar su mentira. Por ejemplo, recordarán que tras la caída de la URSS, Estados Unidos y sus aliados se aprovecharon para llevar a cabo la Operación Tormenta del Desierto contra Irak, a fin de controlar el 65% del petróleo mundial, pero nos vendieron -y por primera vez televisaron como se masacraba una ciudad- que el objetivo era aplastar a Sadam Huseim por sus armas de destrucción masiva -por cierto, uno de los ridículos más estrepitosos de la inteligencia norteamericana-. Más muestras: ¿Se acuerdan de la guerra de Afganistán…? Lo contaron como si se tratara de una lucha humanitaria contra la droga pero realmente, pasado el tiempo, pudimos ver que más bien se trataba de llevar la democracia, su democracia, a un país cuyos parámetros culturales nada tienen que ver y sí mucho de una cierta posición geopolítica que controlaba las fronteras rusas. ¿Y qué me dicen de Kosovo? Otra guerra justificada como la liberación de un pueblo oprimido cuyo sufrimiento era sobre todo por la búsqueda de la autodeterminación que los serbios no permitían; al final, realmente se trataba de hacerse con el control de los recursos naturales más preciados del país.

Ahora, a la nueva guerra la justifican porque un presidente, Vladimir Putin, enloquecido en una noche de enajenación va y asalta a su país vecino por eso, porque es un señor malo y tonto que no sabe lo que hace… Putin podrá ser otra cosa pero seguro que tonto no es y mal que les pese a muchos, tendrá medidos los riesgos fronterizos, sus aparentes quiebras financieras y sus apoyos internacionales, que los tendrá y muy potentes, como la misma China, que no permitirá que le suceda nada a su socio y amigo de toda la vida.

Y si la trayectoria histórico bélica de Estados Unidos, arrastrando tras de sí a la OTAN y obligando a los países miembros a participar, ha sido como es, ¿no podríamos pensar que el objetivo real es condenar al gas ruso para que Joe Biden se convierta en el vengador de la justicia con su petróleo y su propio gas?

Hoy la nueva guerra que la OTAN quiere librar es la de la invasión a Ucrania. Lo hacen todos en bloque -Occidente en general- silenciando a Rusia. Sin opción a que pueda exponer sus motivos porque, entre otras cosas, la Unión Europea prohíbe la emisión de los canales rusos RT y Sputnik para que nadie tenga la tentación de querer tener una opinión distinta a las que los medios europeos y sus políticos están oficializando. Y si la trayectoria histórico bélica de Estados Unidos, arrastrando tras de sí a la OTAN y obligando a los países miembros a participar, ha sido como es, ¿no podríamos pensar que el objetivo real es condenar al gas ruso para que Joe Biden se convierta en el vengador de la justicia con su petróleo y su propio gas?

Si España con Europa está involucrada en esto es porque no somos nada, excepto los perrillos falderos de un movimiento de globalización mundial para combatir por la hegemonía mundial. Occidente, Rusia y China tienen intereses cruzados financieros, geopolíticos, armamentísticos y de poder por el poder.

Pero a España, vaciada de sí misma con cuidado, con tácticas mediáticas y legislativas desde los años 80, solo le queda mirar y obedecer. Porque España, sí está en Europa, y también en la OTAN, pero nadie dice nada de nuestras fronteras y Ceuta y Melilla están amenazadas por Marruecos, socio prioritario de Estados Unidos.

Quizá habrá que recordar algunos discursos apacentando al rebaño, como por ejemplo el del socialista Javier Solana, exsecretario general de la OTAN, el 18 de febrero de 2010, cuando dijo: «El papel de Europa es fundamental. Europa puede y debe ser, si me permiten la expresión, una especie de laboratorio de lo que pudiera ser un sistema de gobierno mundial...». Pero no se crean que el entonces José Manuel García-Margallo, primer ministro de Asuntos Exteriores de Mariano Rajoy, se dio un baño de bipartisimo cuando en abril de 2012 apostilló en una conferencia de FAES: «Habrá que ceder toneladas gigantescas de soberanía». Ya saben, el PSOE afirma y el Partido Popular reafirma.

Putin. El poder visto desde dentro (Almuzara) de Hubert Seipel. ¿Cómo pasó Vladimir Putin de ser un simple oficial de la KGB en la República Democrática Alemana a convertirse en la figura más poderosa de la nueva Rusia, que se aleja cada vez más de los occidentales? El autor del libro ha sido el único periodista occidental que estuvo lo suficientemente cerca como para llegar a la confianza de las verdaderas verdades.

De Europa a Europa (Palabra) de Jesús Frías. Aunque este libro tiene ya un tiempo, no está mal como resumen de los primeros años de España, desde la transición hasta cómo se integró en la Europa política y societaria. Se cuenta sin meter el dedo en el ojo, sin análisis crítico, pero lo hace con soltura y cuenta cosas interesantes. Con Europa Press de fondo quedan avaladas ciertas informaciones.

Cuentos de guerra (El cobre) de León Bloy. Si alguna vez estuvo justificada la lectura de este breve libro de relatos de cuentos de Bloy es esta ocasión. La sublime narración de este autor nos acerca al dolor de la guerra, la orfandad de los sentimientos, la soledad de la trinchera o la compañía de la muerte. Esta propuesta es una buena ocasión que posiblemente no encontrará fácil en las librerías.