El comandante, miembro de la Gestapo, de un campo de concentración nazi en Baviera, compraba fármacos para sus presos con dinero de su propio bolsillo y a escondidas.

De los campos de exterminio, Frankl aprendió que la culpa colectiva no existe, sólo la responsabilidad individual

Lo cuenta una de sus víctimas, el psicólogo Viktor Frankl, en su libro -no tan famoso como El Hombre en busca de sentido- pero asimismo muy recomendable: ... A pesar de todo, decir sí a la vida.

Lo cuenta el creador de la logoterapia (“si tienes un porqué para vivir acabarás encontrando el cómo”), que fue prisionero en Dachau y que experimentó el asesinato por los nazis de sus padres, de su esposa y de otros familiares, en los campos nazis de exterminio. Frankl era judío, del horror del holocausto nazi, en lugar de hacerse la víctima, que lo era, aprendió que la vida es hermosa y merece la pena ser vivida.

Aprendió otra cosa de aquel nazi que compraba medicinas para sus presos en un campo de prisioneros, y que fue entregado a las tropas norteamericanas por esos mismos presos, bajo la exigencia de que no le tocaran un pelo, algo que el oficial norteamericano cumplió. Frankl aprendió que la culpa colectiva no existe, sólo la responsabilidad individual.

De hecho, la sociedad no existe, sólo existe el individuo, sólo existe el hombre. Desde la fe podemos añadir: sólo se salva, o se condena el hombre, cada hombre… Y sólo el individuo, no la colectividad, puede ser juzgado.

La marca del discurso público de hoy es la exaltación de lo público… toda una mentira para diluir la responsabilidad individual, que es la base de la realización del hombre

El creador de la logoterapia vuelve a estar de actualidad en el siguiente sentido: la marca del discurso público de hoy es la exaltación de lo público… toda una mentira para diluir la responsabilidad individual, es decir, la base de la realización del hombre.