Gran expectación porque el Papa León XIV va a rezar junto al 'papiso' de la Iglesia de Inglaterra, el rey Carlos III de Inglaterra, alias Dumbo.

Es más, algún astuto progresista ha dicho que la oración de ambos Papas podría ir por aquello que se tiene en común: su amor por el planeta y su preocupación por la sostenibilidad medioambiental. Seguramente saldría una plegaria ascética. Pelín panteísta y extraordinariamente mística.

Y lo decía Escrútopo, el demonio de Clive Lewis: luchamos en inferioridad de condiciones frente al enemigo: todo tiene que ser retorcido para ponerlo a nuestro favor.

A ver: todos los últimos papas han luchado por el ecumenismo. San Juan Pablo II, el más conservador, posiblemente ultra y algo fascista, es decir, del que menos ecumenismo podía esperarse, fue el que más lejos llegó de todos, con el entonces primado de la Iglesia de Inglaterra, George Carey.

Por de pronto, el papa Wojtyla no convocó a la reina de Inglaterra sino al primado de Canterbury. Algo es algo. Y recuerdo una anécdota muy representativa en la que, tras una oración común con el patriarca ortodoxo, y con el precitado primado de la Iglesia de Inglaterra con el Papa, el amigo George se dirigió a Wojtyla con las siguientes palabras:

-O sea, que, como hemos rezado juntos, eso significa que Roma reconoce a la Iglesia de Inglaterra.

A lo que Wojtyla respondió:

-También podríamos decir que como yo estaba en el centro, la Iglesia de Inglaterra acepta el primado de la Iglesia de Roma.

Ambos rieron. 

Para entendernos: no se trata de que la Iglesia de Inglaterra se una a la Católica porque la Iglesia de Inglaterra nace de un rey pisaverde empeñado en convertir en reina a su concubina y que, además, Enrique VIII era un poquito homicida y un muchito soberbio

Pero eso fue lo de menos. Lo peor es que Enrique VIII fue un tipejo que hizo pasar por las sábanas de su tálamo a todo el pueblo inglés. 

Y hoy, la Iglesia de Inglaterra es un Patio de Monipodio donde los sacerdotes son funcionarios a sueldo del Estado, con un Papa-Rey, que se ha convertido en un estercolero de novedades bien remuneradas, del que toda persona, no ya creyente, sino sólo sensata, huye hacia el catolicismo o se encierra en una práctica de curiosa práctica religiosa privada.

Por tanto, no se trata de que la Iglesia católica y la Iglesia de Inglaterra se unan. Se trata de que los anglicanos regresen a la Iglesia romana de la que nunca debieron salir. Y no vendría mal que lo hicieran con un poquito de humildad.