El Ministerio de Sanidad, capitaneado por Mónica García, deberá prestar atención al pobre personal / Fotos: Pablo Moreno
El 24 de marzo de 2021 entró en vigor la Ley de Eutanasia. Es más, en España se convertía en Constitucional porque el derecho a la vida "no es absoluto", vamos camino de cumplir tres años desde que la eutanasia es legal y parece que los españoles la hemos cogido con fuerza. Por comunidades, Cataluña lidera la lista, tanto como la autonomía en la que más eutanasias se pidieron, como por ser la región donde más se ejecutaron en 2022, y justo allí es donde se ha realizado el estudio "La ley de eutanasia y experiencias profesionales: tensiones en la práctica clínica", donde se analizan las otras "víctimas" de la eutanasia: el personal sanitario que realiza la prestación.
La sobrecarga de trabajo, la excesiva burocracia y la falta de apoyo son algunas de las principales fuentes de tensión, pero, ojo, podrían haberse declarado objetores. Es decir, ellos eligen realizar eutanasias, si bien es cierto que tal y como se está redactada la ley, el personal sanitaro debe apuntarse a una lista de objeción, donde ya quedas marcado por el poder político como un peligroso fascista: digo yo que tu conciencia está por encima de medrar en tu carrera profesional.
Pero volvamos al estudio, que se las trae: según los expertos, faltan protocolos de "respuesta ágil", claro, recuerden que una de cada tres personas mueren antes de que se resuelva su solicitud. Y los pobres profesionales se ven con una sobrecarga laboral y emocional que les provoca malestar psicológico, psicosocial y estructural, ¡toma ya!
"El proceso de prestación de ayuda a morir tiene cuatro momentos principales: la acogida de la solicitud, el procedimiento médico-burocrático, la prestación propiamente dicha y el cierre. En cada uno surgen fuentes de malestar que tienen que ver con las tensiones entre lo legal y lo moral, la concepción del propio rol profesional, la falta de reconocimiento de roles profesionales, el estrés y la sobrecarga, y la relación con la persona solicitante y su familia y allegados".
Valoramos a la paciente, le pasamos un Mini-mental y la entrevistamos. Nos parecía que sí tenía capacidad de decisión. […] Entonces nos dijeron que “cómo le hacíamos eso a esta abuela tan mona”
El estudio recoge testimonios. Vamos con algunos de ellos: este es de una médico, que habla de la tensión que se genera entre los profesionales en lo que denominan "casos fronterizos": "Era una señora mayor, de edad muy avanzada, 94 años. No tenía patologías crónicas estudiadas, pero tenía una fragilidad muy avanzada [...] un dolor crónico [...] se cansaba mucho [...] tenía que llevar pañal. Le gustaba charlar, pero enseguida tenía que parar porque se cansaba. Tenía un diagnóstico de deterioro cognitivo, y esto fue lo que [...] nos creó tanto conflicto en el centro [...]. Empezaron a decir que esta señora no tenía capacidad de decisión. Entonces valoramos a la paciente, le pasamos un Mini-mental y la entrevistamos. Nos parecía que sí tenía capacidad de decisión. […] Entonces nos dijeron que “cómo le hacíamos eso a esta abuela tan mona”.
Continuamos con otro testimonio que refleja el conflicto con los familiares, que a veces son unos peligrosos fascistas en contra del progreso y se niegan a que maten a sus seres queridos: "También es cierto que tuvimos que reunirnos con los hijos para poder hablar del tema. Lo hicimos en el domicilio, lo hicimos aquí... Con la doctora y la psicóloga […]. Nos fuimos reuniendo periódicamente con todos los hijos, porque no todos estaban de acuerdo. Entonces fue un tema que tuvimos que trabajar […]. Porque veíamos que cuando el paciente hacía esta demanda, la familia era: “No. De esto no se habla. ¿Cómo quieres morirte? Tú no estás para morirte. Eres joven, estás bien, nosotros te cuidamos”. Pero ella no quería eso. Entonces entramos a dialogar y, poco a poco, semana a semana, como que fueron cediendo".
Seguimos con una enfermera que lo que no quería es ser señalada porque trabajaba en una población de 6.000 habitantes: "Lo que sí me daba un poco de miedo es que se supiera en el pueblo que habíamos practicado una eutanasia […]. Las mentalidades de la gente son muy duras […], los pueblos son muy crueles […], te pueden hacer mucho daño".
Un médico nos cuenta su estrés y sobrecarga de trabajo: "Y hubo un momento en el proceso que dije “me hago objetora”. Lo pasé muy mal. O sea, por el papeleo, pero no por el papeleo en sí… por la falta de tiempo para hacer el papeleo. […] Yo lo que veía, claro, cuando un paciente te dice esto, son visitas con este paciente, que prácticamente lo tienes que ir viendo cada semana, cada 2 semanas, y que son visitas muy largas. O sea, no puedes ir con prisa en una visita de estas. No puedes tener 15 minutos. Hemos estado, en alguna, 2 horas. Y claro, yo no tenía tiempo para sacar 2 horas. […] Entonces, me acuerdo de que la doctora A y el equipo me ayudaron mucho. […] Pero claro, en el fondo la que tenía que hacer las cosas era yo. Los informes, el aplicativo, subir, firmar, apoyar, no sé cuántas veces. Entonces eso hay que hacerlo con tiempo y con tiempo. O sea, tiempo para las visitas y tiempo para la documentación que hay que hacer. Entonces, claro, ¿cuándo lo hacíamos? En el tiempo libre. O sea, yo en mi horario laboral no tenía tiempo para hacer esto. Entonces me lo ponía en mi ocio. O sea, mi ocio quiere decir […] un día me organizo con mi marido, vas tú a buscar a los niños, porque yo tengo que quedarme y no sé a qué hora saldré, porque tengo la visita con esta familia".
Nos fuimos reuniendo periódicamente con todos los hijos, porque no todos estaban de acuerdo
En la misma línea una médico muestra su frustración porque esto no sea más rápido: "Claro, yo estoy acostumbrada a que cuando tú decides hacer una paliación es una decisión que, máximo, esperas 24-48 horas, y se inicia una bomba de sedación. En 24-48 horas esto está resuelto. Claro, 2 meses, ¿sabes? Es un tema… Y además de tener que dar todas las explicaciones […] Ella tiene la expectativa de… “¿qué día va a ser?” Y ves como [el tiempo] avanza […] y piensas que al final no habremos terminado y quizás se muera antes, porque la situación es avanzada y crítica". Pero como un lince asegura "Claro, por un lado, te genera 2 meses de trabajo, un trabajo duro porque te remueve. Pero visto en perspectiva quizás sea necesario por eso mismo, para tener esa certeza".
Una trabajadora social centra su queja en lo poco reconocido que está este trabajo: "Yo trabajo mucho […] las dinámicas familiares, lo que pasa es que es algo que no se valora del trabajo social. No se valora. Las mejoras que tú puedas hacer en una persona gracias a la intervención y la mediación familiar... eso no se valora".
Una enfermera asegura en la misma línea: "En los dos [casos] hice yo la acogida, le puse la vía a la señora que venía de casa, la medicación ya viene preparada de farmacia. Yo pienso que aquí se tendría que tener más en cuenta la opinión de enfermería y no tanto la del médico, en el sentido de que la prescripción la hace el médico, farmacia le da la medicación al médico, pero quien la pone soy yo. ¿Alguien puede preguntarme qué quiero?"
Y por último, dos médicos, pobres, se sintieron solos y pocos reconocidos y cuidados por la institución y sus compañeros de trabjo, otros fascistas de mucho cuidado: "Se hizo penoso a veces. Se hizo, en algunos momentos, triste, en otros momentos, solo. […] Tuve que montarlo todo yo. […] Todo el mundo quería que fuera bien, pero desde la lejanía, ¿sabes? […] En este momento, lo que necesitas es que te digan: “Venga, vamos a tomar un café y hablamos de esto y de cómo te encuentras, cómo te sientes…”. Quiero decir, no es tener una guía que te diga lo que hay que hacer. No. La muerte, la medicina, tiene que ir acompañada de mucha empatía, de mucha sensibilidad y de muchos sentimientos. Lo que tú pides es un abrazo amigo, necesitas un hombro en el que apoyarte. No que te traigan una guía donde diga lo que hay que hacer. Eso ya lo sé yo".
"En teoría, nosotros aquí en el hospital, en teoría, tenemos el día posterior de reflexión. Mi día posterior de reflexión es en el ambulatorio viendo a 25 pacientes. Hasta eso fue imposible cambiar. Y esto ya se lo dije a la jefa. Digo, esto tiene que cambiar. Porque tú tienes que poder descansar mentalmente de esto. O sea, para mí fue finalmente una experiencia muy positiva en todos los aspectos, profesional y personal. Pero a mí al día siguiente me apetecía pensar en esto y no llegar al ambulatorio a ver 25 pacientes. O sea, que también tenemos que tener pequeños “minilujos” de poder pensar y reflexionar, comentarlo con compañeros, poder tener ese día".