En Pakistán, los cristianos sufren persecución y por ejemplo, hay secuestros, violaciones, conversiones forzadas y matrimonios forzados de niñas
Comenzamos esta crónica semanal sobre cristianos perseguidos en Pakistán, donde un matrimonio católico ha narrado cómo sobrevivió 8 años al “corredor de la muerte”, tras tras ser acusados falsamente de blasfemia.
Shagufta Kausar, una mujer católica que, junto a su esposo Shafqat Emmanuel, fue arrestada en julio de 2013 y liberada en junio de 2021, en una entrevista con la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) contó que “a pesar de toda esta espantosa pesadilla”, nunca perdió la esperanza ni la fe.
“Un día de julio de 2013 nos llevamos un enorme susto al ver llegar varios furgones de la policía con un montón de agentes. Entraron en nuestra casa y nos detuvieron a mi marido y a mí, acusados de blasfemia por un mensaje ofensivo sobre Mahoma enviado a través de la tarjeta SIM de nuestro móvil”, dijo la mujer, nacida en una familia de una fuerte fe católica.
“El teléfono estaba registrado a mi nombre y lo utilizaba también mi marido. El mensaje ofensivo estaba escrito en inglés, un idioma que ni mi marido ni yo hablamos ni leemos. Nos mantuvieron bajo custodia policial durante una noche, al día siguiente nos trasladaron a la cárcel”, contó Shagufta.
La laica católica dijo a ACN que en la cárcel fueron torturados y que los policías la amenazaban con violarla “delante de él” si no confesaba. “Aunque ambos éramos inocentes”, resaltó Shagufta.
“Estuvimos ocho meses en la cárcel antes de que un juez nos declarara culpables y nos condenara a muerte. A nuestro abogado no se le permitió completar sus alegatos finales y nosotros no pudimos declarar”.
Shafqat fue trasladado a la cárcel de Faisalabad y Shagufta fue encerrada en una celda del corredor de la muerte en Multán. “Permanecimos en el corredor de la muerte durante ocho largos años. Imagínense lo duro que fue para mis hijos, que en ese momento tenían 13, 10 y 7 años y mi hija solo 5”.
Según Shagufta, varias veces las autoridades musulmanas le aseguraron que si se convertía al islam le conmutarían la condena a muerte por una de cadena perpetua, y que finalmente sería puesta en libertad.
“Siempre me negué. El Señor Jesucristo resucitado es mi vida y mi Salvador. Jesucristo sacrificó su vida por mí aunque yo sea una pecadora. Nunca jamás cambiaré mi religión y me convertiré al islam. Prefiero la horca antes que negar a Jesucristo”, aseguró.
Fue entonces, afirmó Shagufta que “la intervención divina se puso en marcha y se alzaron voces muy fuertes contra nuestro juicio y condena injustos en el Parlamento Europeo”.
Varias organizaciones “rezaron por nuestra liberación y nos ofrecieron apoyo moral y espiritual. Mi marido y yo siempre estaremos agradecidos a todos los que nos apoyaron. ¡Muchas gracias! ¡Que Dios los bendiga a todos!”, dijo.
“Cuando me enteré de que Asia Bibi había sido puesta en libertad, mi corazón se llenó de gozo y me convencí de que un día también yo recuperaría la libertad. Finalmente, así sucedió, mi esposo y yo fuimos puestos en libertad”, agregó.
En Níger no es fácil ser cristiano hoy en día, y “más aún después del yihadismo alimentado por movimientos como Al Qaeda o Boko Haram
Nos vamos a Níger, donde no es fácil ser cristiano hoy en día, y “más aún después del yihadismo alimentado por movimientos como Al Qaeda o Boko Haram, presentes en el país”, escribe a la Agencia Fides el padre Rafael Casamayor, sacerdote de la Sociedad para las Misiones Africanas (SMA), desde la misión de Dosso.
El sacerdote comparte el testimonio de un cristiano que procedía del islam y que ahora forma parte de la comunidad católica de Dosso: “No tardé en encontrar a Pierre, un hombre discreto, de pocas palabras y de intensa vida interior. Es un tesoro en nuestra misión porque nos lleva directamente al corazón de nuestra fe, el amor a Dios y al prójimo”.
“Soy de Filengué, djerma o songhay, como se prefiera - interviene Pierre - y desde pequeño he recibido una educación musulmana. Después de la escuela iba a la madrasa coránica donde estudiaba los principios islámicos con niños y adolescentes de mi edad. Ya al final de la adolescencia empecé a trabajar como soldador en un taller donde un día encontré unos libros que habían dejado en las mesas. Cogí uno y me lo llevé a casa. Empecé a leerlo y no me he separado de el desde entonces, era el Nuevo Testamento”, señala el hombre. “Me encantó leer ese libro, hubo historias que me llegaron al corazón. Me gustaba hablar de ello con algunos compañeros de trabajo, ninguno de ellos era cristiano, pero sabían algunas cosas. Eran historias llenas de ternura y cercanía con los más pobres, pero no sabía a qué correspondían en la vida real, no conocía a ningún cristiano. Más tarde me enviaron a trabajar a Agadez y allí me uní a la comunidad cristiana. Quería saber más sobre los Evangelios y la vida de los cristianos”.
El misionero laico concluye su testimonio afirmando con certeza que nunca se ha arrepentido de haberse convertido a la fe cristiana, “ni siquiera un solo día. Lo que me cuesta aceptar es que mis hijos sigan siendo musulmanes aunque nunca les obligué a seguir mis pasos”.
En mi experiencia personal -dice a Fides- he encontrado a muchos cristianos perseguidos: lo que me llama la atención es siempre la sencillez y la profundidad del testimonio de su fe en Cristo
Y, hablando de misioneros: “Hoy los misioneros trinitarios estamos comprometidos en muchas obras de caridad que testimonian la dimensión verdaderamente universal del amor cristiano. En particular, según el espíritu de nuestro fundador, San Juan de Matha, tratamos de estar cerca de los pobres, los encarcelados, los inmigrantes, los perseguidos por la fe, los olvidados”, dice a la Agencia Fides el padre Antonio Aurelio Fernàndez, sacerdote de la Orden de la Santísima Trinidad (también llamados trinitarios) y director de Solidaridad Internacional Trinitaria (SIT), el organismo creado por el deseo de la Orden Trinitaria en favor de los cristianos perseguidos en el mundo y de todos aquellos que sufren por falta de libertad religiosa.
La familia religiosa de los trinitarios fue fundada por el francés Juan de Matha, con su propia regla, aprobada por el Papa Inocencio III el 17 de diciembre de 1198 con la bula "Operante divine dispositionis". “En la Iglesia - explica el padre Antony - ésta es la primera institución oficial, dedicada al servicio de la redención, armada sólo con la misericordia y con la única intención de devolver la esperanza en la fe a nuestros hermanos que sufren bajo el yugo de la esclavitud”.
De hecho, durante siglos, la Orden de la Santísima Trinidad ha sido el lugar de encuentro humanitario de la Iglesia. El misionero señala: “La libertad religiosa es un derecho inseparable de la dignidad de la persona humana, que encuentra su fundamento y plena realización en Dios. Por eso es un derecho inalienable y universal, que debe ser garantizado a todos”.
La Orden Trinitaria, dividida en siete provincias religiosas, tres vicariatos y dos delegaciones, tiene hoy presencia misionera en todos los continentes, especialmente en aquellas tierras ensangrentadas por el odio y la violencia: “En países como Siria o Irak -cuenta el padre Antonio- trabajamos en la reconstrucción de casas destruidas por los bombardeos. De este modo, se anima a los refugiados que viven en situaciones precarias a regresar a sus hogares. También les proporcionamos alimentos, medicinas, mantas y agua potable. Nuestro objetivo -continúa- es que permanezcan en sus ciudades de origen y vuelvan con sus familias y amigos, normalizando al máximo su situación social y familiar”.
El padre Antonio habla de los perseguidos de hoy: millones de personas en diferentes partes del mundo, presentándolos como “testigos libres de la belleza del acontecimiento cristiano”. “En mi experiencia personal -dice a Fides- he encontrado a muchos cristianos perseguidos: lo que me llama la atención es siempre la sencillez y la profundidad del testimonio de su fe en Cristo”. “La Iglesia -dice el P. Fernández- puede afrontar esta difícil situación, tanto promoviendo una sana formación de los jóvenes, como entablando un diálogo sincero y constructivo que promueva la reconciliación, porque el Evangelio -concluye- nos enseña siempre a permanecer firmes en la fe que da sentido a la vida”.