La Asamblea Nacional francesa aprobó el martes la nueva ley de migración con el apoyo del antiguo Frente Nacional, es decir, de Marine Le Pen. Es decir, que ha habido una alianza entre el Gobierno de izquierdas de Emmanuel Macron y la ultraderecha que creció en Francia, precisamente, gracias a la preocupación de los galos por la inmigración. Hasta ahora, un tabú progresista del que no se podía hablar sin que te tildaran de racista. Ya saben, lo que siempre provoca la represión intelectual de lo políticamente correcto: ya no hablas mal del inmigrante: simplemente le insultas.

El progresismo debería caer en la cuenta de que no puede vender la misma burra coja todo el tiempo porque aunque cuando eslóganes, en un primer momento, tengan éxito, o tengan por lustros, llega un momento en que se deshacen como un azucarillo. Quiero decir: los franceses, que llevan décadas atosigados por los 'valores republicanos' y el ideal masónico de la fraternidad universal (elitista pero fraterna), resulta que están hasta el gorro de que los inmigrantes musulmanes violen a las francesas y hasta las meninges de su chulería y de su impunidad, están hartos de que se hayan convertido en sujetos de todos los derechos -o sea, subvenciones publicas- sin que se les exija ningún deber. Están hastiados de la famosa promesa de que esto ya no pasaría con la segunda generación de inmigrantes, ya nacidos en Francia y con pasaporte francés y resulta que la segunda generación de inmigrantes sigue odiando a Francia tanto o más que la primera. Por si fuera poco, esa segunda generación ha sido malcriada en un clima de violencia pudiente, la peor de todas las violencias, no en el clima de violencia pobre de las que vinieron sus padres que, al menos, sabían lo que era tener que trabajar duro, durísimo, para sobrevivir.... exactamente el mismo proceso de segunda generación que odia al país que le ha acogido y que ahora empieza a ocurrir en España.

¿Por qué Marine Le Pen triunfa? Porque los galos están hasta el gorro de que los musulmanes violen a las francesas

En cualquier caso, el socialista Macron (sí, Macron es un progre-capitalista, por tanto, un socialista de izquierdas amante del dinero y fiel creyente en la estabilidad política... de los cementerios) se ha aliado en la ley migratoria con la ultraderecha... y ambas no dejan de ser las dos fuerzas más votadas en Francia, aquellas que compitieron en la segunda ronda de las últimas presidenciales francesas.

La Ley francesa sencillamente es una combinación de una reducción de subvenciones públicas y una mayor facilidad a para la deportación y para los abusos de la ley. Y aún así, menuda polvareda ha levantado y menuda alianza contra natura entre el progresismo de presunta izquierda de Macron y la presunta ultraderecha de Le Pen. Hablo de presuntas en alusión a que ni un movimiento ni el otro son cristianos, que es la clave de la identidad europea.

La política del primer ministro inglés, Rishi Sunak, es distinta: pone más acento en la deportación. Al inmigrante que delinque, o simplemente supera los cupos, le deportamos. El problema de la deportación es: ¿A qué país? a veces ni sabemos de dónde procede. ¿Quién le acoge? Y eso que Sunah tiene algo a su favor: es un inmigrante -e hindú- mientras Macron es bastante blanquito.

No olviden esto: la invasión oriental de Europa no se debe a la agresividad externa sino a la división interna. Y tampoco olviden que el inmigrante tiene derechos pero también deberes

Pero tanto uno como otro han olvidado los dos factores que más ayudan a que un inmigrante se integre, a que no se convierta en un delincuente: la lengua y la religión. Sunah es de religión hindú -puro quietismo que pasa en segundos del sumo desprecio por el individuo a la suma violencia contra ese individuo: tan práctico como un inglés y tan obcecado en el error como un inglés. Sunak nunca va a considerar que es la cosmovisión panteísta, la suya, sin ninguna resistencia cristiana, lo que posibilita que Oriente esté conquistando el Reino Unido por la doble vía del hinduismo y el islamismo... y por la única vía de la imposición en las calles.

A fin de cuentas, no olviden esto: la invasión oriental de Europa no se debe a la agresividad externa sino a la división interna del Viejo continente, que ha olvidado sus principios cristianos, que son los que son los dos principios fundacionales de Europa y sobre todo uno de ellos, el de mayor efecto político: el hombre es sujeto de derechos, no por sí mismo, sino por ser Hijo de Dios, ergo, el individuo es primero que la sociedad y primero que el Estado.

Como también se han olvidado, atenazados por sus tontunas progresistas, que el inmigrante tiene derechos... y también deberes.

Bueno, luego está la alternativa progre-española, la del inefable Fernando Grande-Marlaska, que la sociedad se las arregle con lo que yo no sé arreglar: suelto a los inmigrantes en las calles de Madrid, de Valencia o de Sevilla, y cada uno se apañe como bien le parezca. Porque la acogida progre-sanchista se conforma con que no se ahoguen en el mar -bueno, con avisar a Salvamento Marítimo para que les socorran y llevarse ellos el premio- pero en cuanto llegan a puerto no arriman el hombro para que se integren. Y un inmigrante al que no se le enseña el idioma, al que no se le enseña a vivir en España y se le deja tirado, ¿qué va a hacer sino robar para subsistir? Yo haría lo mismo.

Luego está el sistema progre-español: que la sociedad se las arregle con lo que yo, Estado, no sé arreglar. Suelto a los inmigrantes en las calles de Madrid, de Valencia o de Sevilla, y cada uno que se las arregle como pueda

Francia endurece la inmigración pero el problema pervive en Francia. Inglaterra ha optado por las deportaciones y  eso tampoco basta además de que puede crear un caos y muchas injusticias. En cualquier caso, ambos países llegan tarde. Los que odian al Occidente cristiano ya tienen nacionalidad francesa o británica: son de segunda generación... y son así porque ya hace tres generaciones que los europeos abandonaron a Cristo.

Con todo, alégrense, porque en Europa está renaciendo la sensatez y la confusión entre refugiados e inmigrantes ya no cuela. Alégrense porque en Europa está renaciendo la sensatez. La tontuna buenista de que el inmigrante sólo tiene derechos sin deber alguno y que para integrarle sólo hay que otorgarle subvenciones públicas y que hay que acoger a todo aquel que se pone en manos de las mafias y que así prestan servicios a sátrapas del Tercer Mundo, del tipo Mohamed VI se está terminando.

Al mismo tiempo, entristézcanse, porque los europeos, descristianizados y hasta cristófobos, nos hemos olvidado de cómo se ayuda al inmigrante a integrarse, lo primero enseñándole el idioma y lo segundo respetando los principios del país que le ha acogido y exigiéndole que respete esos principios. En definitiva, abandonados los principios cristianos, los europeos no sabemos cómo ayudar al mísero para que no se convierta en un miserable, sino en un hombre de bien.

Este es el verdadero problema de fondo: Europa se ha descristianizado: esa es su crisis real.