Hemos presenciado recientemente uno de los hechos más demostrativos de lo que es la política actual. Por un lado, el autogolpe de Pedro Castillo y por otro, la condena de Cristina Fernández de Kirchner, por corrupción. Dos políticos progresistas, de izquierdas, aupados por el poder hegemónico y que durante sus mandatos, largos o cortos, han hecho de su capa un sayo al dictado del marco bolivariano.

¿Cómo ha sido la reacción de nuestros políticos, que se revisten de pureza democrática y señalan con ahínco a la derecha corrupta? Veamos… De momento, Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno -repito, vicepresidenta del Gobierno-, acude a la llamada del venenoso Grupo de Puebla para asistir a un acto en defensa de la expresidenta argentina, y cuyos compañeros de farra, como no podrían ser otros, son José Luis Rodríguez Zapatero y los expresidentes Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), José Mujica (Uruguay) y Ernesto Samper (Colombia). Sin olvidar a los que desde España se solidarizan con la condenada por corrupta y que por afinidad también lo hacen con la corrupción, como Irene Montero: «La guerra judicial y mediática es la herramienta de los poderosos para frenar los avances democráticos. Buscan disciplinar a millones destruyendo a una. No les saldrá bien, somos más. Vicepresidenta, querida Cristina, todas contigo». Sí, que en la izquierda cierren filas en un caso como este dice mucho de la izquierda. Dice, por ejemplo, que la corrupción amiga no es corrupción; dice, que la justicia aplicada a sus amigos, no es justicia, es conspiración; dice, que su doble rasero para dar o recibir es tan sectario como ellos mismos lo son.

Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno, acude a la llamada del venenoso Grupo de Puebla para asistir a un acto en defensa de la expresidenta argentina, y cuyos compañeros de farra son: José Luis Rodríguez Zapatero, Evo Morales, Rafael Correa, José Mujica y Ernesto Samper

El caso de Pedro Castillo circula por otra vertiente diferente. Pedro Sánchez felicitó a la nueva presidenta, Dina Ercilia, a la que le dedicó hermosas palabras de higiénica democracia saneada… Atención: «El pueblo peruano y sus instituciones han sido un ejemplo de fortaleza democrática», dijo desde su perfil de Twitter, un caladero de postureo presidencial trufado de mentiras y que donde dije digo, digo Diego. Un tuit que, mientras da esa clase magistral de moral, él se encarga de disolver la democracia española deshaciendo las leyes fundamentales que defienden la unión territorial y del Estado por la sedición, o el control directo de los políticos por malversación.

Pero tengo que reconocer que el más divertido de todos ha sido Pablo Echenique, el trilero venenoso, cuyo único papel es fragmentar, incendiar y generar odio. En una intervención ante los medios de comunicación, se distanciaba del comunista Pedro Castillo con las siguientes palabras: «…es evidente que el señor Castillo desde hace mucho, después de representar a sus votantes y a sus aliados de izquierdas, hemos ido viendo con el paso del tiempo cómo ha ido perdiendo apoyo de los partidos de izquierda peruanos y cómo se ha ido acercando, no solo a la ultraderecha peruana, sino también a la ultraderecha internacional. Por eso mencionaba antes su famosa foto con Bolsonaro…». Esto se llama salir por patas -no piensen mal, no es un chiste malo, solo es una frase hecha-.

Sabemos qué es Iberoamérica, y sabemos que lo que sucede en España sucede en América, y viceversa. Hoy vivimos en nuestro país, lo que vivimos con la izquierda de Iberoamérica: corrupción, dictadores y autogolpes de estado. La actualidad de España pasa por la felonía institucionalizada desde el Gobierno, por mucho que los voceros o portavoces zurdos de nuestro arco parlamentario lo quieran acallar, disfrazar o reinterpretar con ¡más democracia! Lo último y más importante de la factoría Sánchez es el asalto al poder judicial, con el que pretende cambiar las reglas de juego a mitad del partido, por supuesto sin debate en el Congreso y por leyes decreto, que es como hace este gobierno las cosas.

Sánchez se encarga de disolver la democracia española deshaciendo las leyes fundamentales que defienden la unión territorial y del Estado por la sedición, o el control directo de los políticos por malversación

Hay quienes se preguntan qué se puede hacer. Se ha planteado una nueva moción de censura que muchos biempensantes rechazan porque no se va ganar… Señores, es que la moción de censura es un instrumento que sirve sobre todo para denunciar. No es tan importante ganar la moción como ganar el debate de la moción. Pedro Sánchez ganó la de la Mariano Rajoy, pero perdió el debate porque sabía que no lo necesitaba, estaba arropado por comunistas e independentistas. Todos tenían clara la idea de cambiar el Estado español desde las instituciones, no desde las urnas. Daban igual los medios y los métodos, porque todo estaba pactado, desde las mentiras y falacias seductoras del candidato Sánchez, hasta los votos del odio para hacer un proyecto ideológico con Podemos y una rotura de la unión nacional con los independentistas vascos y catalanes.

Pero hete aquí que también hay otro instrumento del que cada vez se habla más, el Artículo 102 de la Constitución, que dice así:

1. La responsabilidad criminal del Presidente y los demás miembros del Gobierno será exigible, en su caso, ante la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo.

2. Si la acusación fuere por traición o por cualquier delito contra la seguridad del Estado en el ejercicio de sus funciones, sólo podrá ser planteada por iniciativa de la cuarta parte de los miembros del Congreso, y con aprobación de la mayoría absoluta del mismo.

3. La prerrogativa real de gracia no será aplicable a ninguno de los supuestos del presente artículo.

Bien, ahí lo dejo. Un camino interesante que estoy seguro que los equipos jurídicos de los partidos están barajando como posibilidad, porque Pedro Sánchez lo tiene todo: responsabilidad criminal por hacerlo de espaldas al congreso y a España, traición por la ley de sedición en contra de los intereses del Estado y el delito contra la seguridad del Estado por la anulación de la malversación. Animo vivamente a que no lo dejen, por el bien de España, claro.

No es tan importante ganar la moción como ganar el debate de la moción. Pedro Sánchez ganó la de la Mariano Rajoy, pero perdió el debate porque sabía que no lo necesitaba, estaba arropado por comunistas e independentistas

Historia del Comunismo (Sekotia), de Enrique Miguel Sánchez Mota. Es bueno repasar de nuevo este magnífico volumen que recoge el itinerario que el comunismo ha recorrido como idea filosófica. El autor muestra con pruebas y vehemencia argumental que el comunismo no es diferente del marxismo, sino que es la consecuencia, es el hijo que nunca debió tener. Estos tiempos ideologizados, que no politizados, encontrarán su fundamento en este libro.

Historia criminal del Partido Socialista (Actas), de Javier García Isac. Está bien que a los partidos de izquierda que se apenan tanto por el pasado de Franco, hasta crear una ley que reinterpreta la historia o la cancela porque no le gusta, le recuerden también su pasado. En este caso el autor no se corta un pelo y lo deja todo claro. En sus propias palabras: «Quien después de leer este libro sigue votando al PSOE, es un miserable». Si queréis más de este divulgador de la historia os dejo este enlace que os gustará escuchar.

Woke (Alianza Editorial), de Titania McGrath. «Titania McGrath supone un contraataque desde la reducción al absurdo y la irreverencia. Es una cuenta falsa y satírica creada por Andrew Doyle, un humorista que trata de ensanchar los límites de lo decible y un sólido columnista en las vibrantes y contraculturales Spiked The Spectator. Su Titania McGrath se presenta como azote del sistema, como alguien capaz de detectar injusticias flagrantes en los detalles más peregrinos, desde un formulario “patriarcal y tránsfobo” donde aún aparecen las palabras padre y madre, hasta el micromachismo del aire acondicionado en un ayuntamiento». (Aceprensa)