Siempre ha existido un escalafón en la calidad humana de la bondad. La santidad, que se demuestra en la medida única de vivir heroicamente todas las virtudes humanas. El bueno que es consciente de sus limitaciones y de lo que debe a Dios y a los hombres. Los bondadosos, gente blanda que hacen el bien pero no por esfuerzo, sino porque son incapaces de hacer el mal. Y, por último, los buenistas... ¿Pero qué es el buenismo? ¿Por qué el buenismo no es bueno? ¿Debemos cuidarnos de los buenistas?

El buenismo es un término más satírico que realista. De bueno y el sufijo ismo quiere concebir una cultura, una forma de pensar, incluso una forma de ser. Es decir, ser bueno por el dictado del sistema y no por el orden moral que fundamenta la vida de las personas.

El objetivo de esta tendencia, tanto desde lo político como desde lo social, son ideas bien intencionadas pero basadas en la ingenuidad y el sentimentalismo carente de autocrítica y sin analizar los resultases reales de tales esfuerzos. Así podemos encontrar encadenados más ismos que riman bien con esta filosofía vacía de razón: ecologismo, animalismo, homosexualismo, etc. 

El infierno está lleno de buenas intenciones

El buenismo es una de las enfermedades modernas del alma. Un sustituto barato, meramente humano que se desliga de la trascendencia y la relación de un bien superior que es Dios, que es realmente quien nos ordena a mejorar personalmente y ser verdaderamente buenos con los demás. La Iglesia, llena de hombres pecadores, ha dado siempre su brazo más largo, dedicando hombres y mujeres a lo largo de generaciones a enseñar al que no sabe, cuidar a los enfermos, enterrar a los muertos, a dar de comer al hambriento y agua al sediento, a vestir al desnudo y dar posada al peregrino. Y esto -todo esto- sigue haciéndolo. 

El buenismo hace uso de tres vías de argumentación que se convierten en la motivación de sus seguidores: solidaridad, tolerancia y diálogo. Todo bien trenzado, sirve para cualquier causa y, aparentemente, es indiscutible. Se aplica en una comunidad de vecinos, la asociación de mujeres o a los acuerdos políticos, por ejemplo.

El buenista tipo, no lo sabe, pero es un ser insatisfecho consigo mismo, que busca el reconocimiento de su entorno inmediato como compensación al sistema establecido. Tiene una dificultad importante para poner límites, mucho miedo al rechazo y a la soledad. Huye por eso de decir no a las peticiones o exigencias. Es decir, corresponde al patrón de personas con problemas de autoestima. Por todo esto, es carne de cañón de las tendencias sociopolíticas por carecer de criterios propios que le orienten a qué pensar o hacer, porque él quiere, no porque le digan qué hacer o porque se sienta integrado en el grupo.

El buenismo se ha convertido en una de las rémoras del hombre actual para vivir en plenitud

Este tipo de personas, idealizan la vida y la basan en la pareja. Cualquier combinación posible, incluso las aberrantes, porque siempre lo justificarán por solidaridad, amor o comprensión. El buenista es por definición pacifista, vamos que se siente legitimado para ser agresivo y violento contra todo aquello que le dice lo contrario, porque los medios justifican el fin, que considera siempre más elevado e importante en su escala de valores que lo que el mundo le presenta. Por eso cree que la sociedad es mala, egoísta y perversa en sus modos y formas. Todos mienten menos él, porque él no se deja llevar por las modas, auténtico escaparate funcional del capitalismo.

Esto explica que su pensamiento activo le lleve a participar en todo de forma obsesiva en la sociedad, porque tiene la misión de salvarla y redimir al hombre, a los animales, a los árboles. Si para conseguir lograr la paz mundial hay que matar, se mata; si para logar la integración del mundo hay que conceder el origen cultural, se concede; si para salvar a la naturaleza hay que limitar la libertad del ser humano, se limita; y si para que triunfe el amor en mundo hay que formalizar nuevos tipos de familias, ¡se formalizan!

El buenismo es una muy grave enfermedad, inoculada en la sociedad por los medios de comunicación y perpetrado desde los políticos, artistas y lobbys interesados que hacen del sentimentalismo, a falta de intelectualidad argumental, fe o justicia moral.

Amar, pensar y saber (Sekotia) Julio Barceno. Esta obra densa, estructuradas en tres partes, hace un repaso por los vacíos de espíritu de los individuos. Vacíos morales, intelectuales y sociales que llevan a la persona a este estado de la persona. ¿La solución...? El autor lo deja dicho: " La mejor forma de hacerlo es formar las mentes de las personas". ¡Empecemos por buenos libros!

Lo que está mal en el mundo (Acantilado) G. K. Chesterton. El indiscutible Chesterton y uno de sus ensayos más gloriosos nos muestra -nos sigue mostrando- que el mundo es mundo, fue y será. Que aquellos problemas como la libertad, la familia, la democracia y la propiedad que tanto preocupaba entonces, siguen haciéndonos discutir y dividiendo al mundo. Problemas que se ven incrementados por un buenismo galopante sin tener en cuenta que las ideas tienen consecuencias y no digamos los actos sin ideas...

Sobre el amor humano (El buey mudo) Gustave Thibone. Si en algo se sostiene la capacidad de ser bueno es precisamente en el amor, pero no el enamoramiento adolescente, y mucho menos a eso que llaman hacer el amor cuando quieren decir sexo. Gustave Thibone es uno de los autores más capaces para hablar precisamente sobre esto, el amor. Ensayista experto, en estas páginas las dedica a la unidad de la persona humana y a la interpretación entre vida y espíritu, entre cuerpo y alma, implican una concepción filosófica a la vez penetrante y simple. Esta seguridad le permite reflexionar sobre el papel de la vida sexual, del medio social y de la comprensión mutua entre los esposos.

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