La Congregación para la Educación Católica ha publicado la instrucción "La identidad de las escuelas católicas para una cultura del diálogo".

Dividido en tres partes, el documento analiza la misión evangelizadora de la Iglesia como madre y maestra; se detiene en los distintos sujetos que trabajan en el mundo escolar y analiza algunos puntos críticos en el contexto del mundo globalizado y multicultural de hoy.

Si la estructura es triple, solo hay un horizonte de la Educación, que es ese pacto educativo global fuertemente deseado por el Papa Francisco, para que la Iglesia, fuerte y unida en el campo de la educación, pueda llevar a cabo su misión evangelizadora y contribuir a la construcción de un mundo más fraterno.

En la primera parte del documento, titulada "Las escuelas católicas en la misión de la Iglesia", se subraya que la Iglesia es "madre y maestra": su acción educativa, por tanto, no es "una obra filantrópica", sino una parte esencial de su misión, basada en ciertos principios fundamentales: el derecho universal a la educación; la responsabilidad de todos -en primer lugar de los padres, que tienen el derecho de elegir la educación de sus hijos con plena libertad -a lo mejor ahora que Celaá está más cerca del Vaticano entiende mejor este punto- y según su conciencia, y luego del Estado, que tiene el deber de hacer posible las diferentes opciones educativas en el marco de la ley- el deber de educar, que es específico de la Iglesia, en el que se entrelazan la evangelización y la promoción humana integral; la formación inicial y permanente de los profesores, para que sean testigos de Cristo; la colaboración entre padres y profesores y entre escuelas católicas y no católicas; la concepción de la escuela católica como "comunidad" impregnada del espíritu evangélico de libertad y caridad, que forma y se abre a la solidaridad. En un mundo multicultural, también se recuerda "una educación sexual positiva y prudente", un elemento no despreciable que los alumnos deben recibir al crecer.

En la primera parte del documento, titulada "Las escuelas católicas en la misión de la Iglesia" se subraya el derecho universal a la educación; la responsabilidad de todos -en primer lugar de los padres, que tienen el derecho de elegir la educación de sus hijos con plena libertad

La segunda parte del documento está dedicada a "Los sujetos responsables de la promoción y verificación de la identidad católica". Partiendo de la base de que "todos tienen la obligación de reconocer, respetar y testimoniar la identidad católica de la escuela, oficialmente recogida en el proyecto educativo", subraya la importancia de proteger sus principios y valores, incluso con "la sanción consecuente de las transgresiones y delitos, aplicando rigurosamente las normas del derecho canónico y del derecho civil".

Los alumnos, prosigue, son "sujetos activos del proceso educativo": hay que responsabilizarlos de seguir el programa y guiarlos para que "miren más allá del horizonte limitado de la realidad humana", logrando una síntesis entre fe y cultura.

A los directores de escuela les encomienda colaborar con toda la comunidad escolar, el diálogo con los pastores de la Iglesia y la promoción y protección del vínculo con la comunidad católica. 

Entre las altas tareas del obispo diocesano/episcopal está la de nombrar o aprobar a los profesores de educación religiosa, así como destituir o pedir que se destituya a un profesor si ya no se cumplen las condiciones para su nombramiento, "respetando siempre el derecho de defensa" del profesor, incluso con la ayuda de un abogado formado en derecho canónico. Por último, los prelados deberán mantener un diálogo constante con toda la comunidad escolar, para que los problemas se resuelvan "en un intercambio mutuo y una conversación de confianza".