El que en nombre del pueblo, militantes y otra gente, comercia su destino, convierte al pueblo en un mercantilismo
La ONU advierte de un colapso demográfico global y ya hay quien, aún tímidamente, propone un control de mortalidad -liquidar a los ancianos a partir de cierta edad, en la que ya sólo son una carga- o bien lo deja en manos de la eutanasia que, además, puede presentarse como un derecho: pregunten a Sánchez.
En cualquier caso, esto está muy bien dado que es la misma Naciones Unidas la que ha ido pregonando que esto de la natalidad atenta contra la libertad de la mujer y contra el desarrollo de los pueblos. Es la misma ONU progre que ha pregonado por los cinco continentes que cuando una mujer se dedica a educar a los hijos es que es demasiado tonta como para dedicarse a triunfar fuera de casa, en el trabajo.
Todo ello a sabiendas de que el tiempo fuera de casa puede conllevar el fracaso dentro. En cualquier caso siempre conlleva tener menos hijos.
Y ahora resulta, miren ustedes por dónde, que Naciones Unidas se acongoja ante el colapso demográfico y ante el envejecimiento de la población. El pirómano grita ¡fuego!
Algún día a lo mejor aprenden que la bomba demográfica no consiste en que exista mucha gente sino en que haya pocos jóvenes y muchos viejos. Entre otras cosas porque, si hay pocos jóvenes, quién cuidará a los ancianos.
Y es que los progres no son solo malos, además son idiotas. El colapso demográfico no consiste en que aumente la población sino en que envejezca la población.