
Una vez más, a plena luz del día. El escenario, las piscinas municipales del barrio de Balàfia, en Lérida. Allí detuvo la guardia urbana a un hombre de 24 años y nacionalidad marroquí acusado de agredir sexualmente a una chica de 20 años. El hombre fue detenido por hacer tocamientos inapropiados y no permitidos a la joven, aprovechando la afluencia de gente que había asistido a la piscina por la ola de calor.
Según El Caso, el agresor, quien se encontraba en la piscina en el mismo momento que la víctima y muchos otros vecinos del municipio, se acercó a la chica de 20 años y, sin su consentimiento, empezó a hacerle tocamientos sexuales en contra de su voluntad. Al notar las manos del hombre en su cuerpo, la chica se apartó y se quejó de la situación. Un rato más tarde apareció la Guardia Urbana de Lleida para detener al hombre, acusado de un delito de agresión sexual. El detenido se negó al arresto y se enfrentó con los agentes de policía. Finalmente, pudieron arrestarlo y se le atribuyó también un delito de atentado contra los agentes de la autoridad.
Que cada vez se sucedan más casos similares a este quizá debería hacer reflexionar sobre el papel de la mujer en el islam. Partimos de una religión en la que su líder Mahoma se casó con una niña de unos 9 años, en la que el matrimonio de un hombre con más de una mujer es jaleado, en el que la infidelidad de la mujer al marido está castigado con la lapidación, en la que la mujer es vista como un objeto y en la que todas las mujeres por la condición de serlo deben ir tapadas de arriba abajo y en la que, en conclusión, la que la mujer no pinta absolutamente nada.