Libros recomendados
Hace unas semanas hablé del espectáculo que las campañas electorales generan en los medios de comunicación y, dejé dicho, que no siempre es un espectáculo edificante. Como muestra, el botón del cara a cara -algunos lo han titulado de cara a carota- que celebraron Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. Un encuentro para pocos pues ha sido uno de los menos vistos en la historia de los debates de la democracia. Es evidente que no interesaba, porque ya se sabía qué iba a suceder, es como ver un partido de fútbol grabado del que conoces su resultado.
Sánchez tenso, maleducado y mentiroso. Nada nuevo bajo el sol. Feijóo, tirando de hemeroteca, arrinconándole. pero falto de programa, sin construcción de país, sin penetrar en los problemas reales de los españoles. Solo un tú y yo para ver quién es más sarcástico o más hábil dando zascas, en el que se demostró que el presidente salió perdiendo porque su trayectoria de cambios de opinión, no le dejaban ni a sol ni a sombra. El debate no fue político, fue de encontronazos personales. Nadie hablaba de inmigración ilegal, del hundimiento de la agricultura, ni de la crisis energética, tampoco de la deuda pública que deja el Gobierno para varias generaciones venideras, ni se dijo nada de libertad en la educación, ni de la crisis social que después de cuatro años de Gobierno sociocomunista los españoles somos más pobres porque los precios están descontrolados (hacia arriba, claro).
En definitiva, no fue un debate para esclarecer el futuro, ni el proyecto de España. La realidad es que el resultado final no lo ganó Feijóo si no que lo perdió Sánchez. Fue un encuentro barato que trataba de refortalecer el bipartidismo, traerlo de nuevo a los españoles como la única y vieja vía de solución para España: dos partidos en alternancia que hoy en día son un mismo partido progresista, globalista y subyugado a Europa. Parece que los españoles quieren más.
Puede ser la razón de que Santiago Abascal fuera desterrado del plano en este cara a cara. No es el mismo caso que Sumar, que no participará en ningún debate puesto que no tiene representación parlamentaria y por muy feministi cuqui que se ponga Yolanda Díaz diciendo que “no necesitamos a ningún hombre que hable de nosotras”, aunque a ella la haya designado para el cargo de vicepresidente Pablo Iglesias, y no digamos nada de Irene Montero.
Puede que alguien dude de que el intento del retorno del bipartidismo sea imposible, pero paso a redactar uno de los párrafos del acuerdo de gobierno que proponía el presidente de los populares a Sánchez, titulado ostentosamente Acuerdo para garantizar la estabilidad de nuestra democracia. En el sexto párrafo, se lee expresamente: «Por ello, y respetando las lógicas diferencias ideológicas que fundamentan que Partido Popular y Partido Socialista presenten propuestas programáticas y políticas alternativas, creemos necesario impulsar un acuerdo entre ambos partidos políticos que facilite la formación de gobierno en España por parte de aquel que obtenga un mayor respaldo electoral». Y por si todavía quedara alguna duda, el párrafo colofón reza lo siguiente: «De esta forma, no solo damos continuidad a una práctica democrática siempre respetada en España desde las elecciones generales de 1977. También garantizamos la gobernabilidad de nuestro país sin que mediasen concesiones a fuerzas minoritarias en aquellas materias que, como las mencionadas anteriormente, existe un amplio consenso entre ambos partidos y sus afiliados europeos, y nuestra sociedad».
“Fuerzas minoritarias”, se ve que a los nacionalistas por lo visto no las consideran de esta forma, pero de las que durante todas las legislaturas se han servido de ellas, porque son partidos cipayos, consentidos por una ley de electoral que nació perversa para asegurarse estos resultados, ya saben, para “asegurar la gobernabilidad”, a cambio, eso sí, de prebendas casi todas ellas presupuestarias con las que no han parado de forjar a Españas de diferentes velocidades: la España rica de las vascongadas y la catalana, gracias a los impuestos de los españoles, y la España arrastrada como Extremadura a la que ni tan siquiera la han puesto un tren de calidad para llegar hasta ella.
Se comprende entonces que, Podemos primero y Vox después, les hayan salido como un grano que supura en sálvese la parte. El problema es que Sumar aparece en el escenario político de la mano de Sánchez ocultada bajo la sombra de la manipulación porque necesita tener el repuesto de Podemos, pero domado, diseñado, ajustado a la medida de sus ambiciones. Vox nació de forma natural, como consecuencia de dos fenómenos consecutivos. Por un lado, la falta de compromiso electoral -que es otra forma de mentir- de Mariano Rajoy, y que de la que la parte más conservadora de sus votantes se sintieron engañados y encontraron en Vox los principios que esperaban de un Rajoy valiente en la oposición, pero que resultó ser un peluche en el gobierno; y, por otra parte, como acción-reacción a las propuestas políticas de Podemos y su líder, crecido por la eclosión en el parqué del Congreso y, muy especialmente, por las políticas desquiciadas de la madre de sus hijos desde el Ministerio de Igualdad, que nunca fue más desigual que con ellos.
Entonces… ¿quién cree usted que perdurará en el tiempo? ¿Un artificio político o un partido que nace de los principios sostenidos? ¿Una líder puesta a dedo porque ahora interesa o un líder que nace de la fuerza de sus votantes para restaurar un país llamado España? ¿Un partido que comulga con el globalismo como sistema o una formación que aspira a rescatar la soberanía como país? Ahí lo dejo. El bipartidismo no volverá a ser lo que fue en muchos años, si vuelve. Ya veremos.
¿Por qué los partidos políticos? (CIS), de John H. Aldrich. A juicio del autor, los partidos no están en crisis o declive, lo que ha entrado en crisis es un formato específico: el partido de masas. La obra defiende que los partidos se han adaptado a desafíos muy variados: cambios organizativos, rediseños institucionales, redefinición de las políticas públicas en sus programas o flexibilidad para competir en gobiernos multinivel, entre otros retos. Y aunque el autor se refiere a Estados Unidos, es muy trasladable a la Europa de hoy.
Del 15M al Procés (Deusto), de Óscar López Agueda. Aunque el libro es de 2018, es un punto de referencia para tomar nota de cuando el bipartidismo se quebró. La crisis financiera de 2008 pronto se convirtió en una crisis política y social que produjo una ruptura en el tejido del país. Su primera expresión fue el movimiento 15M -cuando todavía era una expresión popular y no el brazo armado de Pablo Iglesias para hacerse con el poder político de la ultraizquierda-, que combinó un hartazgo comprensible con un maximalismo que denunciaba que PP y PSOE eran lo mismo. ¡Ahí empezó todo!
Entre el ruido y la furia (Galaxia Gutenberg), de Tom Burns Marañón. El fracaso del bipartidismo en España. La abdicación de Juan Carlos I se anticipó al ocaso de los dos partidos dinásticos de su reinado y Felipe VI tuvo que arbitrar una parálisis institucional, el auge de partidos ‘insurgentes’ y la declaración unilateral de independencia de Cataluña. El autor analiza con agudeza el desvanecimiento de un bipartidismo que, sumido en la autocomplacencia y en el pensamiento desordenado, fue incapaz de encauzar los retos de los profundos cambios.