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El espectáculo político y mediático de las pre-elecciones es enorme, no siempre bueno y mucho menos edificante. Unas elecciones, estas del 23 de julio, puestas para hacer fracasar a la democracia, precisamente aquello que debería ser, como ellos mismos dicen, a veces pomposamente, la base de la libertad y del Estado Derecho.
A nadie se le escapa que la decisión de la fecha de Pedro Sánchez es una treta para propiciar la máxima abstención: eso lo saben los que votarán en su contra y los que lo harán a su favor, a unos porque les incomoda y a otros porque les conviene. Una vez más, y la historia del PSOE está llena de ellas, hacen uso de la democracia a su favor, de forma partidista, de manera que sólo convengan a sus propios intereses. Pasó en la II República y ha sucedido hasta el día de hoy.
Una vez más, y la historia del PSOE está llena de ellas, hacen uso de la democracia a su favor, de forma partidista, de manera que sólo convengan a sus propios intereses. Pasó en la II República y ha sucedido hasta el día de hoy
Por un lado, la actualidad política pasa por dos bochornosos espectáculos que, aunque se llegaran a resolver, el daño está hecho. Hablo en primer término de la emergente María Guardiola, que hasta antes de ayer nadie conocía excepto en su casa a la hora de comer. Los dimes y diretes, idas y venidas, de permanente contradicción en esta mujer han demostrado una penosa capacidad de estrategia política y que, después de haber visto lo que ha hecho, ahora da miedo que llegue a ser presidenta de su comunidad de vecinos. ¿Por qué digo esto? Porque sin haber llegado a alcanzar el poder político, ha provocado la caída de su propio partido en Extremadura, qué no hará si llega a la presidencia de la autonomía. Por eso más que nunca, conviene la coalición con Vox, porque necesitará de alguien que tire fuerte de las riendas cada vez que se desboque en uno de sus arranques.
El caso contrario sería que gobernara de nuevo Guillermo Fernández Vara. Que lógicamente obligaría al Partido Popular a cambiar a su candidato lo antes posible para próximas elecciones y, de paso. a que miren bien qué asesores respaldan a sus barones de partido, para evitar dimisiones tan esperpénticas como la de Santiago Martínez-Vares. Se trataba de uno de los principales asesores de la política del PP de Extremadura, que tras las declaraciones que hizo a un dirigente de Vox Andalucía, dejó claro que el objetivo principal en su vida no era dar su mejor versión profesional como asesor a su candidato, sino la destrucción de Vox, según sus propias palabras: “Cuando atacan a mi hijo y a mi padre, se cruzan líneas. Y cuando se cruzan líneas, te aseguro que Santiago Abascal se va a arrepentir. Se va a arrepentir. Le puedes enseñar las muescas que tengo en el revólver, tengo unas pocas, como el caso Mercasevilla, el caso EREs… y ahora voy a por él. A partir de hoy no tengo otra obsesión en mi vida que acabar con Vox, no tengo otra. Y recuerda que soy muy bueno haciendo lo que hago, ¡soy muy bueno haciendo lo que hago!”.
No sólo las mentiras o “cambios de opinión”, también la coalición con Bildu, la ley del ‘sí es sí’ y otras polémicas en el seno del Gobierno, definitivamente han sobrecargado la mala imagen de un PSOE en descomposición
La otra mamarrachada del espectáculo político es el aprendiz a entrevistador de sus ministros en que se ha convertido Pedro Sánchez. Todo muy objetivo y periodístico. Y cuando no entrevista él lo hacen en las plataformas principales de Atresmedia, no porque sean pro-Sánchez, sino porque la ideología de este grupo mediático es el dinero, el resto le da igual. Otra muestra de que no todo vale en política y mucho menos no vale cualquiera para ser presidente de una nación.
A la indignidad que precede a Sánchez por sus mentiras, Zapatero ha salido en su defensa -¡ojo al dato!-: “…cambió de opinión en los indultos, no mintió, cambió de opinión. Mentir es un juicio moral muy grave que se ha usado absolutamente de manera banal e injustificada, quizá contra Pedro Sánchez como contra ningún otro presidente en la historia”. Pero no sólo las mentiras o “cambios de opinión”, también la coalición con Bildu, la ley del ‘sí es sí’ y otras polémicas en el seno del Gobierno, definitivamente han sobrecargado la mala imagen de un PSOE en descomposición. Una etapa de muerte, de ego, donde incluso el partido socialista no quiere salvar a Sánchez. Saben que no ganarán las elecciones, pero al menos quieren evitar más fugas de votos.
Por otro lado, Alberto Núñez Feijóo ha aceptado el cara a cara con Sánchez, que será previsiblemente el próximo 10 de julio. Pero… ¿a qué no saben quién organizará el debate…? Justo, Atresmedia, como si no hubiera otras posibilidades… (¿qué esperarán o qué les deberán a este medio los políticos?). ¡Y será porque no tenemos una televisión pública que sostenemos con nuestro dinero! Pero claro, pensándolo bien, teniendo en cuenta cómo está de manipulada por la coalición gubernamental, quizá el Partido Popular haya querido buscar otro foro.
Alberto Núñez Feijóo ha aceptado el cara a cara con Sánchez, que será previsiblemente el próximo 10 de julio. Pero… ¿a qué no saben quién organizará el debate…? Justo, Atresmedia, como si no hubiera otras posibilidades… (¿qué esperarán o qué les deberán a este medio los políticos?)
Y por último, la vergonzosa posición de los medios de comunicación de masas en televisión, radio y prensa. Una visión absolutamente sectaria, señalando a unos y a otros, y tomando juicio moral de personas por ser lo que son, como el caso de la nueva presidenta de las Cortes Valencianas, Llanos Massó, a la que desde El País han tachado de “ultracatólica”, mientras que, durante meses, se conjuraba un silencio cómplice por Mónica Oltra por el caso de la menor a la que su segundo marido manoseaba y el primer esposo guardaba las espaldas del segundo… ¡En fin!
La crisis periodística desfila por sus editoriales a golpe de subvención. Sinceramente, dejan mucho qué desear de una profesión que no hace mucho, desde José María Aznar, no tiene solución. Crisis económica, ética y nivel profesional. Se lo tienen que hacer mirar y retomar la información veraz.
Periodismo político (PUV), de Salvador Enguix Oliver. El libro ofrece por primera vez una visión global de esta especialización periodística, integrando aspectos como las esferas informativas del periodismo político, su relación con los distintos modelos teóricos de democracia, la relación entre el periodista y sus fuentes, los valores deontológicos y las rutinas productivas así como los cambios dinámicos que imponen las tecnologías digitales.
El Nuevo Periodismo (Anagrama), de Tom Wolfe. El autor realiza un provocativo análisis de un fenómeno que convulsionó el panorama literario norteamericano: la aparición del llamado Nuevo Periodismo. En la segunda parte del libro, ilustra espléndidamente las tesis del autor. Francisco Umbral dijo de esta breve obra: “Una cosa que tenemos que leer todos los periodistas”, ¡y lo dijo Umbral!
El periodismo hecho jirones (Eolas), de Joaquín Sánchez Torné. El subtítulo, si cabe es más explícito: “La dignificación de un oficio convertido en despojos”. Se trata de algunas reflexiones sobre un oficio atacado desde múltiples frentes, desde las sucesivas crisis económicas a los nuevos retos tecnológicos, a los nuevos conceptos periodísticos de las nuevas generaciones de profesionales o a las cambiantes tendencias de los anunciantes y de los lectores. ¡Periodistas, para hacérselo mirar!