¿Recuerdan a Alfonso? Tratamos su caso en Hispanidad hace un año. Se mudó a casa de una de sus hijas porque necesitaba ser cuidado en un momento delicado de salud, mientras cedió su piso a su hijo, que murió tras una larga enfermedad. Tras la tragedia, Alfonso quiso volver a su casa pero se encontró con que la mujer que cuidaba a su hijo enfermo se había convertido en su okupa. Supuestamente tiene un contrato de alquiler, pero como aclara Cristina, la hija de Alfonso: "ni quiere abandonar la casa ni paga el alquiler". 

En ese momento Alfonso tenía 94 años, ahora tiene 95 y lleva tres años sin poder entrar en su casa. Cuenta que, al volver de un paseo, se encontró con la señora que cuidaba de su hijo okupando su casa. La okupa asegura tener contrato de alquiler firmado por el hijo de Alfonso, pero éste nunca fue propietario de la vivienda, por lo que sólo Alfonso podría haber firmado ese contrato, algo que no hizo.

Este pequeño detalle no fue impedimento para que la Policía permitiera a la okupa entrar y quedarse con todas sus cosas, y permanecer en la vivienda por más de tres años. 

El juicio se celebró en diciembre de 2024, pero sigue esperando sentencia, lo que le está causando graves problemas: "Ha perdido a un hijo, tiene un cáncer de próstata y se va a morir sin ver cómo echamos a los okupas de su propia casa, y no es justo que esta gente le quite lo que con tanto esfuerzo ha conseguido", asegura su hija. 

Cristina no duda en dirigirse al Gobierno, en especial, a la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez,: "¿En algún momento va a pensar en los propietarios? ¿Cuánto tiempo debe esperar un pequeño propietario sin recursos a recuperar lo que es suyo? ¿Por qué obliga a mi padre de 95 años a hacer de escudo social?".

Cristina cuenta cómo se enteran de que los okupas estaban en su casa. Su hermano estaba enfermo y se aprovecharon de él: "Nos enteramos porque mi hermano la denunció a ella por malos tratos y la Policía nos llamó para que nos hiciéramos cargo de él. 

Consiguieron cambiar la cerradura y echar a los okupas. La enfermedad acabó con su hermano y su padre volvió a la casa, pero, para su sorpresa, los okupas volvieron aprovechando un paseo del padre, y presentaron un supuesto contrato de alquiler que les permitió quedarse en la vivienda. 

"A mediodía siempre bajábamos a dar una vuelta con mi padre y un día, de repente, nos llamaron unos vecinos para decirnos que la mujer estaba entrando con la Policía", "La firma de mi hermano está, pero es que él ni era dueño de la casa ni nada. Por tanto, no sé cómo la jueza pudo autorizarla a entrar y, además, sin ni siquiera escucharnos a nosotros". "Se quedaron con todas las pertenencias de mi padre, los medicamentos, todas las cosas de mi hermano… No pudimos sacar nada".

"Nos dicen que la juez está de baja y que no hay sentencia todavía, pero es que mi padre tiene ya 95 años, es un hombre vulnerable que, con todo lo de mi hermano y ahora esto, ha pegado un bajón importante, y lo que me da pena es que se va a morir sin que le demos la alegría de decirle que ha recuperado su casa".

"Cuando murió mi hermano, pedimos el registro de sus cuentas para ver si ella había ingresado algo y no encontramos nada, pero es que, cuando nos denunció por cambiar la cerradura, le preguntaron si tenía algo que demostrase que había pagado cualquier cosa y dijo que no".

"Estamos todos desesperados, y lo peor es que nos podemos tirar así dos o tres años más, sin que nadie piense en mi padre, que es una persona de 95 años, que sólo tiene esa vivienda y que la necesita".

Pero la okupación es un bulo y como dijo Marlaska: “No es que alguien baje a por el pan y al volver encuentre su casa ocupada”.