Sr. Director:
El director de la CIA, el general Petraeus, ha solicitado su dimisión al presidente de los EE.UU., por haber mantenido una relación extramatrimonial. 


En la nación más libre del mundo, y en la democracia más avanzada, hay aspectos de la vida política que son sagrados, como decir la verdad. La sociedad deposita su confianza en los gobernantes, pero si algo no consienten es que éstos les engañen. Por lo tanto, la mentira supone la quiebra de la confianza con los ciudadanos, y les inhabilita para continuar en el ejercicio de su cargo.

Ahí tenemos el caso Watergate que llevó a la dimisión del presidente Nixon, por haber ocultado y participado en una trama de corrupción política. Sin embargo, para la cultura sociopolítica europea puede parecer de puritanos los motivos de esta dimisión, porque está firmemente asentada la teoría de que la vida privada no es objeto de reproche moral, y sólo la actuación pública implicaría la exigencia de responsabilidades. Esta forma de pensar, permite a los políticos un blindaje en sus conductas personales que favorece la corrupción, fomenta la doble vida, y actuar sin coherencia. Qué duda cabe que Petraeus al engañar a su mujer, y quebrar el compromiso con ella contraído, también está defraudando a la sociedad, por lo que se convierte en una persona indigna para desempeñar su cargo, porque su infidelidad conyugal le hace una persona no fiable; si no ha sido capaz de guardar la lealtad debida a una persona, ¿qué garantías puede ofrecer para gestionar con probidad la seguridad de la nación más poderosa del mundo?

A diferencia de lo que ocurre en nuestro entorno social -en donde la infidelidad conyugal es sólo de incumbencia personal (tenemos ejemplos cercanos y en altas instancias), y la mentira el ardid habitual de los políticos- observamos atónitos el comportamiento ejemplar y el alto nivel de compromiso moral de los ciudadanos norteamericanos. Éstos tienen curiosamente  las mismas debilidades que el resto de los mortales -el demoledor triangulo b: bragueta, bolsillo y barriga-, por eso eligen a los mejores para que accedan a gobernar, no sólo técnicamente, sino sobre todo moralmente.

Y saben que si fallan la dimisión es ipso facto. Igual que aquí…

Javier Pereda Pereda