Ha vuelto a editarse El Estado servil, del gran Hilaire Belloc. El primer diputado católico de la era moderna en Westminster, aseguraba que la democracia británica de hace casi 100 años se estaba convirtiendo en plutocracia, en concentración del poder político y económico en pocas manos, en las mismas manos. Prefiero no pensarlo.

A medida que el poder se concentra en manos disminuye el pluralismo y disminuye la libertad. 

Al Estado servil se llega por la supresión de derechos -derecho a la vida- y la supresión de la propiedad privada, que es lo que está ocurriendo con el capitalismo, presuntos defensores de la propiedad privada.

No nos engañemos. No hay libertad en lo grande ni capitalismo es igual a la libertad. En las grandes multinacionales no hay propiedad privada sino propiedad fiduciaria, y el poder lo controlan los gestores. Los millones de accionistas del Santander o de Telefónica no mandan un pimiento.

Al Estado servil, es decir, a la sumisión de los ciudadanos al poder, se llega por esa concentración del poder en pocas manos. Se llega por el partidismo político, la concentración en megabancos, en unos pocos grandes multimedia, etc. Vamos, que lo pequeño no sólo es hermoso, sino libre.

Ahora piensen en lo que alabamos: las fusiones, la marginación de cualquier partido político o idea que se salga del políticamente correcto, la asfixia económica de lo extraparlamentario, las políticas fiscales que premian las sinergias, es decir la concentración de poder económico, etc. Es decir, aplaudimos a nuestros tiranos y, lo que es peor, juzgamos que lo grande es serio y riguroso mientras que lo pequeño debe ser condenado a la marginalidad.

Lo cual no sería muy importante si no estuviera  en juego nuestra libertad.

Y si no lo creen, reparen en lo poco que los poderosos valoran lo pequeño.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com