Igual que los pequeños países aprovechan las cumbres internacionales para darse a conocer, los sindicatos aprovechan las juntas de accionistas para montar follón. Telefónica no ha sido una excepción. Las juntas se han convertido en una escuela de retórica del sindicalismo español. Tienes al poderoso cerca, público y medios de comunicación. El mejor de los mundos posibles para un sindicalismo de naftalina.

Todos los sindicatos han desfilado para quejarse sobre la precariedad en el empleo, los EREs en marcha, la productividad a base de la explotación de los trabajadores y la persecución practicada sobre los empleados y los sindicatos. Sí uno tras otro. Unos apelaban a la responsabilidad social corporativa y pedían a una reflexión a los señores accionistas sobre la posibilidad de crear 200.000 empleos de calidad con los 4.446 millones de euros de beneficios. Otros critican la globalización y el capitalismo salvaje.

Pero quien se ha llevado la palma de las intervenciones han sido los cuatro trabajadores despedidos de Murcia. Dicen que el juez declaró el despido improcedente, pero que la empresa no ha querido readmitirles. Y para darle más vistosidad, una de sus mujeres acude con el mono de Telefónica de su marido despedido. Afirma que acude con tal atuendo porque se siente Telefónica y no quiere que su marido con trayectoria ejemplar, afirma- vaya a trabajar a la competencia. Y para que sus palabras sean escuchadas, decide desnudarse, comienza a quitarse el mono y aparece una camiseta de reivindicación de los trabajadores despedidos. No hay nada como la televisión. Y nada como los líderes populistas hispanoamericanos para utilizarla con eficacia.

Alierta responde que la compañía ha recurrido la sentencia del juez laboral ante el Tribunal Superior de Justicia de Murcia por entender que las razones del despido están justificadas. Por lo tanto, hasta que no haya una resolución judicial, no puede haber una readmisión. Además, el presidente de Telefónica reitera el compromiso con las relaciones laborales y la concertación. Siempre ha sido así y así va a seguir. También niega que haya habido presiones o coacciones a los trabajadores e insiste en la voluntariedad del ERE.