Añadan otra gloriosa intervención de Benedicto XVI, similar a aquella de Dios ama al embrión, que terminó con la absurda discusión moral sobre el uso de células madre embrionarias (aunque no terminara con la matanza). Ahora el Papa ha dejado claro por qué un católico o cualquier mujer que respete la vida, no puede utilizar la píldora anticonceptiva.

La Iglesia no acepta los anticonceptivos por dos razones:

1. Lo que le gusta es la vida. A la Iglesia le gusta que nazcan muchos hombres, llamados a ser hijos de Dios, nada menos. No es un mandato negativo, sin o positivo: a Cristo le gusta la gente, a la Iglesia también.

2. Los anticonceptivos no son medio abortos, son abortos enteros. Todas las píldoras (también la píldora del día después, la mayor amenaza química por su uso masivo que ahora mismo existe en el mercado) son potencialmente abortivas, porque actúan antes, pero también después de la concepción. Esta es la gran mentira que aceptan incluso algunas personas defensoras de la vida, pero que han dejado este rincón sin barrer.

¿Cuál es, por tanto, la actitud del cónyuge cristiano? La del animal racional, que, como tal, no puede dejarse llevar por el instinto, capaz de controlarse a sí mismo y capaz de descontrolarse en generosidad y entrega. Tan antiguo, y tan formidable, como eso.

Eulogio López

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