Sr. Director:
La temperatura democrática de una sociedad también se mide por el grado de respeto a la palabra pública de los obispos.

El derecho de la Iglesia a hablar en la sociedad no depende ni está subordinado al Estado ni a los gobiernos o poderes de turno. Afirmar, como están haciendo algunos políticos y algunos medios de comunicación, que el cardenal Rouco presiona al gobierno por el simple hecho de expresar el patrimonio común de la conciencia cristiana sobre cuestiones esenciales para el bienestar de la sociedad como son la educación, la defensa de la vida y de la familia, es una falacia y un despropósito con tintes totalitarios.

La Iglesia en España es un ejemplo de contribución al debate racional en la esfera pública y al acatamiento de las reglas de juego.

Xus D Madrid