En Hispanidad seguimos pensando que la montaña de Renovales, amanuense de la Reforma del Estado en la que se ha embarcado el Gobierno Rajoy, alumbró un ratón. Se esperaba el parto de los montes y nos ha salido una ley pepera: en buena dirección pero se queda corta, muy corta.

Para entendernos, se trataba de reducir el tamaño del Estado, de todo el Estado, no sólo de comunidades autónomas y corporaciones locales (a las que afecta bastante poco, aunque hay otra norma en marcha). Y la verdad es que se reduce poco.

Ahora bien, hay que tener amigos todos los sitios, hasta en el PP. Y yo tengo un amigo, ex alto cargo, del PP que me ha llamado para comentar ese artículo. A favor del proyecto de Rajoy y de Sáenz de Santamaría (que es la que manda en España), claro está (ambos en la imagen). Mi objeción es la plasmada en estas pantallas de Hispanidad: a España le sobran organismos públicos y políticos, mucho más que funcionarios. Además, si suprimes políticos y organismos públicos, suprimes funcionarios y contratados más o menos inútiles.

Mi amigo me hace ver que si la reducción propuesta ya ha levantado en armas a la izquierda a los nacionalistas, a las comunidades del propio PP y a un montón de ayuntamientos, ¿qué hubiera ocurrido de ir más allá

También argumenta que mis pretensiones necesitarían una reforma de la Constitución. Es cierto. Por ejemplo, yo me cargaría el Senado, incluso las cámaras autonómicas, por no hablar de defensores del pueblo regionales y otras mondangas. También me cargaría el Tribunal Constitucional y buena parte de la Administración de Justicia. Por ejemplo, el Consejo General del Poder Judicial.

Y dejaría sin sueldo a todos los parlamentarios autonómicos y a los alcaldes, en su totalidad manifiesta, y reduciría tanto los holding de empresas públicas (que no las empresas públicas) como reduciría a la mínima expresión los organismos reguladores.

Reduciría a cero las subvenciones públicas a partidos y sindicatos y el aparato burocrático que rodea las actividades sanitarias y educativas. Por decir algo, me gustan la universidades (aunque hay demasiadas en España) pero no la Comisión de Rectores.

Mi amigo me hace ver que no estamos en el momento de revisar la Constitución, porque todas las fuerzas centrífugas, algunas especialmente interesadas, aprovecharían la reforma constitucional para ponerse en pie de guerra.

Lo acepto, aunque considero que todo es posible en derecho sin realmente se pretende reducir el número de coches oficiales y, sobre todo, el número de profesionales de la cosa pública.

Pero en algo tiene razón mi amigo pepero: si con la reformita propuesta, el ratón de Renovales, toda la clase política actual, se pone en pie de guerra, mucho me temo que la jibarización del Estado, una de las tareas pendientes más… pendientes que afrontamos los españoles, no será posible sin ese vuelco constitucional. Viendo cómo ha reaccionado Izquierda Unida o los nacionalismos vascos, catalanes y canarios, a lo mejor no resulta procedente una revisión constitucional.

Pero lo que no admito es que la reforma no pueda ser más profunda. Y sí que sería bueno que el PSOE de Rubalcaba dejara de jugar a las elecciones y jugara más al bien común de todos los españoles.

No, no me acaba de convencer: la reforma de Renovales me sigue pareciendo escasa, poco ambiciosa, demasiado pepera.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com