Juan Pablo II ha dado un paso más en su proceso hacia la canonización. Las dos personas que más he admirado, después de Cristo, son un periodista inglés llamado Chesterton y un polaco llamado Karol Wojtyla. Con todo, quiero aclarar que el anterior Papa no cambió la historia, porque la historia es la historia de la libertad de cada hombre y de todos los hombres, libertades encauzadas por la Providencia, que está fuera del espacio y del tiempo. Por tanto, cambiar la historia es tarea demasiado fuerte para cualquier hombre, incluso para el pre-santo de Cracovia. Pero sí hizo algo que se le da un aire. Aclaró la historia. Tras el magisterio de Juan Pablo II ya nadie puede alegar ignorancia: nos deja tan claro dónde estaba el bien y donde el mal que ahora nadie puede alegar ignorancia o confusión en esta etapa postrera. Cada cual debe elegir entre el bien y el mal y aquellos que aseguran que el bien y la verdad no existen o no pueden conocerse, no son más que unos tramposos que ya han elegido el lado oscuro de la fuerza.

No, no cambió la historia, la clarificó. La primera tarea es imposible, la segunda es obra de titanes.

Eulogio López

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