Sr. Director:
Una vez superado el atroz dislate organizado por los altruistas controladores aéreos, creo que es hora de poner las cosas en su sitio.

 

Cientos de miles personas, las que les pagan sus salarios, fueron imposibilitados de disfrutar de unos ansiados días de asueto, empresas que pusieron sus esperanzas en recuperar unos beneficios que se les resistían, o aquellos que por unas u otras causas necesitaban desplazarse a otro lugar, han sido secuestrados por unos profesionales con codicia de poseer más.

A los controladores que se sienten incapaces de ejercer esta profesión por su propensión al estrés, nadie les retiene en ella; yo les recomiendo realicen otras, como barrer calles, trasladar maletas, ir a las vendimias, etc., y les apuesto lo que quieran que en ellas no les va a dar ningún ataque de estrés.

El gobierno tuvo el acierto de establecer el estado de Alarma previsto en nuestro ordenamiento jurídico, gracias a lo cual se ha logrado restablecer la normalidad. Pero ahora falta la segunda parte; la rebelión de estos señores, llámese así, o sedición, o sublevación, o como sea, tienen que ser castigados en la proporción de las pérdidas causadas a toda España, en la proporción del grave perjuicio causado a los viajeros que no pudieron volar y que les pagan su salario, y en la proporción a las elevadas nóminas que perciben de todos los españoles, a los que ellos han secuestrado.

Y el gobierno debe tomar las medidas precisas para que esas sanciones se cumplan, y no sean olvidadas cuando nos demos media vuelta; preparar los efectivos militares necesarios para que estén preparados ante una supuesta y futura emergencia similar a ésta y que no le tiemble el pulso si hay que encarcelar a los culpables de semejante desenfreno.

P. Delgado