Segundo aviso de crisis y por el mismo conducto. El barril de petróleo Brent, en el mercado de Londres, sobrepasaba, en la mañana del martes 4, los 35 dólares, mientras que el West Texas superaba los 38, y, asimismo, mientras los compradores, especialmente los especuladores financieros, consideran que seguirá subiendo.

 

Desde la preguerra del Golfo, en 1990, no se alcanzaba un precio tan disparatado. Los atentados en Arabia Saudí, principal productor del mundo, un Iraq que nunca consigue la calma y la posibilidad de que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP ó OPEC) promulgue más restricciones hacen pensar en una crisis, especialmente en la Unión Europea.

 

En este sentido, se esperan con impaciencia las cifras oficiales de crecimiento de la UE durante el primer trimestre. Nuestro país creció, según el Banco de España, un 2,8%, muy por encima de la media prevista para toda la Unión. Pero hasta el país más pujante de la Unión ha visto cómo la creación de empleo se ralentizaba durante el mes de abril, mientas la tasa de paro en el conjunto de la zona euro se mantenía en un 8,8%.

 

Volviendo a la escala mundial, lo más llamativo es que el fuerte crecimiento económico norteamericano, así como los buenos resultados empresariales a ambos lados del Atlántico, no consigue superar la atmósfera de miedo que reina en todo Occidente. Miedo físico al terrorismo, miedo al avance del fundamentalismo islámico y, consiguientemente, miedo a invertir. Ahora mismo, lo más llamativo del panorama económico mundial es que las empresas no reinvierten sus beneficios, sino que prefieren aumentar sus dividendos. Existe una especie de psicosis de fin de etapa y de miedo a miedo.

 

Se puede hablar de la crisis del chantaje: del chantaje de los países productores de petróleo (el mundo islámico con la alianza de Venezuela) a Occidente.