Ya lo decía Giovanni Guareschi: está bien fiarse, pero es mejor no fiarse. El Episcopado venezolano (si en algún país hispano la Iglesia mantiene intacto todo su prestigio entre el pueblo, es en Venezuela- ha decidido crear una Comisión de Seguimiento Electoral, que no en vano 2006 es año de comicios en el país caribeño, uno de los principales productores de petróleo del mundo pero con un 60% de población que vive en la miseria, mientras el dictador Chávez dedica sus excedentes a propagar la revolución bolivariana por todo el mundo hispano, con Fidel Castro como mentor y Evo Morales como aliado.

Sabedor del prestigio de la Iglesia católica, Chávez, especialmente desde su programa televisivo Aló Presidente, ha intentado presentarse ante los venezolanos como un pío creyente, aunque vendiendo un Jesús revolucionario -son famosas sus alocuciones navideñas con un portal de Belén al fondo y un niño Jesús en su manos- y enemigo del Imperialismo de la Casa Blanca.

La agencia Zenit publica los nombres de los componentes de dicha Comisión quienes, además, deberán fomentar el diálogo entre las distintas opciones políticas. En Venezuela, más que Gobierno y oposición, se puede hablar de dos regímenes: el de Chávez, caudillista y cada vez más próximo a la dictadura populista de izquierdas, y el de la nueva oposición, surgida de instituciones sociales y económicas, que trata de renovar el anquilosado viejo régimen de partidos, cuya corrupción ha permitido la permanencia de Chávez en el poder.

En la misma línea, la Conferencia Episcopal venezolana ha hecho público un comunicado en le que recuerda a Chávez el deber y el derecho de la Iglesia y de los padres a enseñar religión a sus hijos, también en la escuela. Así, los obispos venezolanos han emitido el siguiente comunicado.

Todo lo anterior tiene su relevancia, dado que no fue la Iglesia quien recibió de uñas a Chávez cuando éste accedió al poder. Las desigualdades sociales en un país con tantos recursos naturales eran tan insultante que le dejaron hacer durante un tiempo. Al final, el cuadillo bolivariano ha hecho buenos a sus detractores: la pobreza ha crecido en Venezuela mientras la libertad ha disminuido. Ahora, la brecha entre Iglesia insistimos, la institución más querida pro los venezolanos y el Gobierno parece insalvable.