Rumores que corren por los mentideros madrileños. Cierta política del PSOE está empeñada en contraer matrimonio con su novia (sí, no se trata de una errata) isleña. Semanalmente, la susodicha acude a un médico psiquiatra, para solucionar la profunda depresión y ansiedad que le provocan sus problemas de identidad de género. Su angustia ha llegado a tal punto que se ha visto obligada a amenazar con una dimisión.

Sus jefes de fila, le han aconsejado una de esas dos alternativas: que dimita, una opción que nunca debe ejecutarse, porque quien presenta su dimisión de un cargo público corre el riesgo de que se la acepten, o que continúe yendo al psiquiatra, pero que no monte un numerito. El Presidente del Gobierno ha hecho grandes esfuerzos por modernizar esta España de fandango y pandereta, aún oscurecida por las brumas clericales, pero no conviene despertar a la bestia. Y, a lo mejor porque la sexualidad femenina es mucho más rica que la masculina, resulta que el común de los mortales aún ve peor a las lesbianas que a los cacorros.

Pasemos al Partido Popular, también conocido como leal oposición. Otro alto cargo, o alta carga, para decirlo en políticamente correcto, ha dado a luz una preciosa criatura sin tener pareja. De inmediato, se le han atribuido unos diez padres, todos ellos compañeros de partido pero, ajajá, la trama es mucho más vanguardista. Sencillamente, la doña quería tener un hijo recuerden que la maternidad, antes que otra cosa, es una experiencia personal irrepetible, algo así como tirarse en paracaídas- pero que no puede representar la subordinación de la mujer al varón: eso nunca. La sociedad patriarcal es propia de la Edad Media, muchachos.

Es decir, que la susodicha se fue a un banco de semen, seleccionó un material adecuado y se lo inyectó, no exactamente en vena, pero dejemos eso.

El niño no tendrá padre, pero eso tampoco es estrictamente necesario. Recuerden el grito de Dolores Ibárruri, una mujer progresista de la progresista II República: Hijos, no maridos. Aunque también hay otras mujeres progresistas para quienes son los hijos los que esclavizan a las féminas aún más que los esposos. Mismamente, Cristina Almeida, que, ya en los felices tiempos universitarios, cada vez que oía gritar aquello de Viva el amor libre, complementaba el aserto con un firme: ¡Sí, que viva el amor libre, pero también obligatorio!.

Sin embargo, nuestra pepera ha optado por La Pasionaria: hijos sin marido, como el viejo cantar miliciano : Por qué ha de haber tanto cura, por qué ha de haber tanto fraile, tanta mujer sin marido y tantos hijos sin padre.

Y como dicen en el PP, peor hubiera sido que hubiera abortado. Y si lo piensan un poco, pues hasta podríamos darle la razón.

Tenemos una clase política, en el PSOE y en el PP, verdadera vanguardia del pensamiento, digna de todo elogio, lo que se dice un referente moral. Quizás por ello, se hace cada vez más necesaria la ley de identidad de género. Pedro Zerolo, el ídolo que despierta el entusiasmo de las multitudes, a quien todos debemos tanto, se ha puesto manos a la obra, y no será Zapatero quien le niegue nada a un colectivo como el homosexual, que lleva marginado unos cuantos millones de años, prácticamente desde la cosa del Big Bang. Por eso, esta España, a la que los cachondos de los argentinos ya llaman la España Rosa, necesita con urgencia una ley sobre identidad de género. Esto es fundamental: los gays no sólo exigen el homomonio sino, como es natural la certificación del sexo que hayan decidido adoptar. Y si la naturaleza se empeña en asesinarnos, sin nuestro consentimiento explícito, un sexo masculino y otro femenino, sin ni tan siquiera reparar en la homosexualidad, bisexualidad, transexualidad y hermafroditismo pues que se fastidie la naturaleza, que seguramente es reaccionaria. Lo que está claro, es que las ley de identidad de género es fundamental, prioritaria. Mientras tanto, nos movemos entre el lesbianismo socialista y los huérfanos biológicos del PP. O entre Dolores Ibárruri, Cristina Almeida y Pedro Zerolo.

Eulogio López