No es que Aznar fuera reconocido en Iberoamérica como líder, pero lo cierto es que Zapatero aún ha relegado más a Hispanoamérica entre sus objetivos políticos. Aznar tenía el corazón dividido entre Iberoamérica y Estados Unidos, y la política europea. Zapatero no tiene división alguna. Iberoamérica y Estados Unidos no significan nada para él: la prioridad es Europa. Por eso, los mexicanos han recogido el guante. Su actitud en Naciones Unidas ha puesto a Fidel Castro contra las cuerdas. La dictadura cubana está dispuesta a romper relaciones diplomáticas con México, a pesar de que el principal turismo de la isla es el mexicano.

 

Al final, lo que el presidente Vicente Fox intenta es convertir a México en el líder del proceso panhispano, y detener el movimiento revolucionario que intenta resucitar en Iberoamérica, capitaneado por el cubano Fidel Castro y el venezolano Hugo Chávez, con apoyos apenas disimulados de argentino Néstor Kirchner y de fracciones del Partido de los Trabajadores brasileño a los que Lula da Silva necesita para mantenerse en el Gobierno.

 

La verdad es que Vicente Fox tiene autoridad moral suficiente para enfrentarse al dúo Chávez-Castro gracias a su actitud en la guerra de Iraq: socio de Estados Unidos, se opuso a George Bush, al contrario que la España de Aznar. Al fondo de todo, el acuerdo ALCA, o unión comercial panamericana, que propugna el presidente Bush como alternativa a una unidad de países iberomericanos, con España y Portugal dentro.