En sí, la ley de plazos o el aborto libre no resultaría especialmente preocupante dado que el aborto libre ya existe en España -convertido en meta europea del homicidio prenatal- y porque estoy convencido de que los matarifes progres lo único que promulgarían sería una ley de plazos pero sin perder el coladero del aborto, en cualquier plazo, siempre que peligre la salud psíquica de la mujer.  Ahora bien, el anuncio del presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, realizado en la tarde del lunes me cabreó un poquito (lo siento, yo no me deprimo: me cabreo). Por tres razones:

1. Una ley de plazos no va a provocar más asesinatos de inocentes pero vuelve a repetir el argumento del divorcio express. Lo malo de la reforma civil que facilitó el divorcio no es que se agilicen los trámites sino que, como resumiera en frase felicísima doña Teresa Fernández de la Vega, "a nadie hay que preguntarle por qué se divorcia". Los compromisos, al parecer, sirven de poco a la progresía. Una ley de plazos significa que la madre homicida ni tan siquiera necesita buscar excusas: ¿Por qué mata a su hijo? Porque le pete.

2. Con el caos del doctor Morín nos hemos enterado de lo que es en verdad el aborto: cobardía, canallada, fraude, engaños, hipocresía, crueldad, avaricia... Hemos sabido de degüellos, asfixias, envenenamientos de indefensos; de las trituradoras de cabeza -los rompecocos-, en definitiva, hemos descubierto que en pleno centro de nuestras modernísimas urbes, un grupo de prestigiosos cirujanos han convertido al doctor Mengele en un aprendiz de malote.

Y con todo, ningún político o periodista abortero, ni en  el PSOE ni el PP, han reaccionado, se han "convertido", en el sentido de modificar su opinión -y su reacción- ante la realidad. Pero, ¿qué sensibilidad tienen estos tipos?

3. Los nazis matan por odio racial, por soberbia. En el aborto se mata a los más inocentes por pura pereza. Sencillamente, alguien quiere tener vida sexual pero no criar niños. Por tanto, ansía "librarse del paquete", quizás porque quiere marcharse de vacaciones. Entonces va a una clínica y paga porque asesinen a su hijo. O sea, aporta porque no le apetecía tomarse la molestia de criarlo. Por pereza.

Estas tres razones sí que me provocan miedo.

Eulogio López

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