La incontinencia, tanto de orina como fecal o de gases, es una patología que puede mermar seriamente la calidad de vida de los pacientes. No solo puede afectar a nivel físico, sino también a la hora de mantener una vida social, pero también laboral, así como en la esfera psicológica. No obstante, hay soluciones y cada vez más efectivas para estos pacientes, cuya implicación -a juicio de los expertos- en los tratamientos es imprescindible, ya que su compromiso mejorará los resultados.

"Las patologías del suelo pélvico son todas aquellas que afectan a las vísceras pelvianas y a los músculos que las sustentan, tanto en hombres como en mujeres, siendo las incontinencias unas de las principales", explica la doctora Raquel González López, especialista del Servicio de Urología de la Fundación Jiménez Díaz.

Esta experta sostiene que estas afecciones requieren un estudio básico para conocer el tipo de incontinencia y aplicar así el tratamiento más adecuado. Recuerda en este sentido que tanto el aparato urinario como el digestivo se encuentran inervados por un sistema nervioso común, lo que justifica que muchas disfunciones vayan de la mano en muchos pacientes.

Incontinencia urinaria: pasos a seguir

Sobre la incontinencia urinaria, esta uróloga apunta que no solo afecta a las mujeres: “Una de cada tres mujeres podrá tener incontinencia y uno de cada seis hombres; más frecuente es en las mujeres por el embarazo y el parto como principales factores de riesgo, aunque con la edad se equipara la frecuencia en ambos sexos”.

Estas afecciones requieren un estudio básico para conocer el tipo de incontinencia y aplicar así el tratamiento más adecuado

A su juicio es interesante saber qué tipo de incontinencia tenemos para tomar medidas y disminuir los efectos, y especifica que podemos distinguir dos tipos, fundamentalmente: “incontinencia de esfuerzo, que es aquella motivada por la actividad de la persona, que ejerce presión sobre la vejiga y se pierde orina; o bien incontinencia de urgencia, fruto de una disfunción intrínseca de la vejiga, favorecida en algunas ocasiones por algunas enfermedades o consecuencia del envejecimiento natural”.

Desde el área de Ginecología, la incontinencia urinaria se afronta de manera integral, teniendo en cuenta todos los aspectos que afectan a la mujer, "tanto a nivel anatómico y funcional del aparato urogenital como del ámbito emocional y la función sexual", señala, por su parte, la doctora Amalia Cañadas, especialista de este servicio en la Fundación Jiménez Díaz.

Es por ello que ante estas situaciones aconseja tres pautas esenciales para su prevención y mejora en el autocuidado: controlar el peso corporal, realizar ejercicios para fortalecer el suelo pélvico y evitar todos aquellos hábitos que puedan alterar la función de los órganos y elementos de soporte del suelo pélvico, como la ingesta de sustancias estimulantes, grandes esfuerzos físicos, estreñimiento o hábitos miccionales perjudiciales, entre otros.

La incontinencia fecal, un problema más que incómodo

Por su parte, el doctor Mario Ortega, especialista del Servicio de Cirugía General y Digestivo del hospital madrileño, explica que la incontinencia fecal tiene lugar frente a esa incapacidad para controlar de forma voluntaria la expulsión de heces y de gases. “Es una de las patologías más degradantes del ser humano”, lamenta, y por ello considera que es un verdadero reto intentar sacar nuevas terapias y formas de manejar esta situación.

Una de cada tres mujeres podrá tener incontinencia y uno de cada seis hombres

Advierte también este experto del alto impacto económico que tiene la incontinencia fecal sobre los pacientes, especialmente en pañales y en el largo plazo, inferior al coste de las últimas técnicas empleadas para su tratamiento. Sobre sus causas, el coloproctólogo de la Fundación Jiménez Díaz cita que hay tres principales: producto de un parto o incontinencia fecal obstétrica; incontinencia por cirugías anales, tras cirugía de fistulas o hemorroides; y fugas o alteraciones de heces y de gases fruto de cirugías de colon y recto.

"Su prevalencia oscila entre el 2 y el 7% de la población general, subiendo al 17% en residencias o al 60% en hospitales, convirtiéndose en una afección más frecuente de lo que se piensa", señala el Dr. Ortega.

Esta patología suele ser diagnosticada a través de la manometría y de la ecografía anal, que son pruebas “sencillas y ligeras” para el paciente, según asegura el especialista, mientras que para saber el nivel de transcendencia de la incontinencia ve imprescindible realizar cuestionarios de calidad de vida, de cuantificación de gravedad de incontinencia (Wexner) y llevar a cabo un diario defecatorio.

Asimismo, aboga por que cada paciente sea evaluado y tratado de forma individualizada, con el fin de encontrar una mayor adherencia a la terapia. "Los abordajes que se aconsejan a los pacientes incluyen medidas higiénico-dietéticas, medicación o ejercicios de rehabilitación, aunque cuando estos métodos son insuficientes se dispone de terapias más complejas, como la neuromodulación de raíces sacras y la irrigación transanal retrógrada, entre otras", explica.

La incontinencia fecal es esa incapacidad para controlar de forma voluntaria la expulsión de heces y de gases

Un apoyo a estos pacientes: la rehabilitación del suelo pélvico

Como soporte terapéutico o vía para aliviar o mejorar los síntomas en muchos pacientes puede ser muy conveniente la rehabilitación de suelo pélvico. “Consiste en restituir la funcionalidad de la musculatura, tanto para fortalecerla como para relajarla. Es esencial que se realice bajo la supervisión de un especialista y que el paciente adquiera todas las técnicas enseñadas, para continuarlas de manera autónoma. Cuando se inician los síntomas es necesario acudir a un servicio especializado de rehabilitación de suelo pélvico y realizar un plan de tratamiento completo", recomienda la doctora Urbaneja, miembro de la Unidad de Suelo Pélvico de la Fundación Jiménez Díaz.

De hecho, cuenta que en su cartera de servicios dispone de neuromodulación del nervio tibial para las urgencias miccionales y defecatorias, así como de técnicas intervencionistas que consisten en la realización de infiltraciones de suelo pélvico para tratamiento de la musculatura con aumento de tono, útil igualmente en este tipo de escenarios.