Probablemente, haya sido la argentina AICA quien mejor lo ha contado. Intervención del papa Francisco que ha dejado a todos mirando hacia otro lado, incluidos algunos quienes, como el ministro español de Presidencia, Félix Bolaños, aseguran compartir los mismos valores que Su Santidad.

En primer lugar, el Papa ha hablado en voz alta lo que muchos susurran en voz baja: Ucrania puede ser el comienzo de una guerra mundial -el Papa siempre ha hablado de una guerra global por trozos- pero, quizás lo más relevante, no una guerra de rojos contra azules sino de todos contra todos. 

El ganador de la contienda, sea cual sea el resultado de la guerra de Ucrania tiene un nombre: Joe Biden

Y es que no estamos en un mundo de águilas contra dragones, como reza el título de la obra de Lamo de Espinosa, es decir, de norteamericanos contra chinos. Estamos en un universo más complejo donde no está claro quién es quién, un mundo donde la primera potencia económica es China, que une el comunismo más lacerante con el capitalismo más salvaje: un país, dos sistemas. Y un mundo occidental, donde la propiedad privada ha dejado de ser sagrada y donde lo pequeño se considera un fracaso.  

Ese mundo está abocado a la guerra porque oculta la verdadera división: cristianismo frente a descristianización. Un mundo que ha prescindido de Dios es un mundo abocado a la violencia. Traducido: habrá más Ucranias. Y no es el Papa el único que lo piensa.  

Un mundo que ha prescindido de Cristo es un mundo abocado a la violencia. Traducido: habrá más Ucranias. Y no es Francisco el único que lo piensa

Pero hay más: el Papa sospecha que lo de Ucrania es una guerra provocada. Aquí no hay buenos y malos, esto no es "la guerra de Putin", una simplificación de la que abusan muchos, por ejemplo, Pedro Sánchez

¿Provocada por quién? Pues por el ganador de la contienda sea cual sea el resultado del enfrentamiento: un tal Joe Biden. Al menos eso es lo que entiende servidor.