La figura de Stalin presidiendo el octogésimo aniversario de la batalla de Stalingrado es terrible. Sí, ya sé que el nombre de Stalingrado (actual Volgogrado) se debe a Stalin y allí figura su efigie, pero que Vladimir Putin, el hombre que terminó el desmantelamiento del estalinismo, aplauda ahora al mayor monstruo, quizás sólo superado por Mao Zedong -y muy por delante de Hitler-, de todo el siglo XX, da que pensar. 

Occidente ha perdido la oportunidad de atraerse a un excomunista de la KGB que quería ser atraído al Occidente libre pero no como comparsa sino como protagonista, mientras Europa y Estados Unidos le querían como paria. Justo lo contrario que ocurre con España y Mohamed VI, que en ningún caso pretende ser atraído al redil. Putin no odia a Occidente porque Rusia comparte con Europa su origen cristiano. Mohamed VI sí que odia a España porque la esencia de España es, a pesar de Pedro Sánchez, el profanador, esencia cristiana. Culturalmente cristiana, como se dice ahora, aunque no tengo claro qué significa exactamente eso.

Occidente ha perdido la oportunidad de ganarse a un excomunista de la KGB que quería ser atraído al Occidente libre pero no como comparsa, sino como protagonista, mientras Europa y Estados Unidos le querían como paria

Pero el Nuevo Orden Mundial (NOM) ha convertido a Putin y a Rusia en el enemigo a batir. De este modo, han puesto entre la espada y la pared a un ruso de mentalidad atormentada. Y así, por un lado, Moscú se ha desplazado hacia Oriente, hacia China y la India, los mayores enemigos de Occidente. Por otro lado, el peligro de guerra nuclear global es evidente. De un modo extraordinariamente cobarde, Occidente ha armado a Ucrania: Kiev pone los muertos -también los civiles- para que Occidente retenga a Putin en sus límites... en lugar de ganarse a Putin para ensanchar los límites de Occidente hacia Asia.

No nos equivoquemos: claro que el culpable de la invasión de Ucrania es Putin. Pero es que los problemas no se solucionan buscando culpables sino encontrando las causas.  

El culpable de la invasión de Ucrania es Rusia, claro, pero los problemas no se solucionan buscando culpables sino encontrando las causas

Bruselas y Washington han renunciado a sus raíces cristianas y con ello, han rehusado unirse a Rusia por el cordón umbilical que unía a unos y a otros: la cosmovisión cristiana de la existencia. Ahora, Occidente, hijo legítimo del cristianismo, tras abominar de su progenitor, de su origen y de su identidad cristiana, se enfrenta, no sólo a Oriente, no sólo a China e India, sino a también a Rusia.... y Putin rinde homenaje a Stalin. Y encima, la cobarde Europa de Ursula von der Leyen presume en Kiev de su apoyo a Ucrania y de las nuevas sanciones a Rusia. Al parecer, como buena alemana, pretende ganar la batalla de Stalingrado 80 años después, de idéntica forma a como su amigo Pedro Sánchez quiere ganar la guerra civil española... 84 años después: sin arriesgar la vida. Eso queda para los ucranianos.

Vamos bien.