El error del presidente surcoreano Yoon Suk-yeol
Para entender de geopolítica lo más importante es mirar el mapa. Si miran hacia Corea -en concreto hacia Corea del Sur- enseguida se comprende que aquella península es una especie de isla baluarte contra la expansión del viejo estalinismo y del nuevo neocomunismo capitalista. Es decir, del modelo "un país, dos sistemas", de una China de 1.400 millones de habitantes, con un feroz sistema político comunista unido a un depredador sistema económico capitalista, que no liberal. Lo peor de lo peor.
La India lleva el mismo camino y ambas son potencias nucleares y sólo estos dos países, de los 180 que hay en el mundo, suman una población que representa más de la tercera parte de la población mundial.
Pues bien, Corea del Sur opone su frontera occidental y un poquito cristiana, a Corea del Norte, donde gobierna el oligofrénico Kim Jong-un, frente a la Siberia de Putin, al que Occidente ha arrastrado hacia Oriente, y, naturalmente, una frontera, más virtual que táctil, a China e India y frente a todo el sudeste asiático, asimismo seguidor del comunismo-capitalismo, del que sólo se salva el único país cristiano de Extremo Oriente: una Filipinas inestable y atacada por el otro cáncer que viene del oeste de Filipinas, la antigua provincia española cristianizada por españoles. Ese peligro es el tumor islámico.
Y todo esto quiere decir algo muy sencillo: que Corea del Sur, una democracia emergente, que se consuela rodeada por el durmiente Japón -políticamente lleva inactivo desde su derrota en la II Guerra Mundial- no puede caer. En Corea del Sur hay libertad, en el conjunto de Asia, en el mejor de los casos, existe libertad para enriquecerse -pocos lo logran- pero no para respirar.
Existe, en suma, el modelo chino de libertad vigilada: un capitalismo salvaje envuelto en una lúgubre tiranía comunista.
Y en estas va el presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, y no se le ocurre otra cosa que decretar la ley marcial que, deriva democrática peligrosa, la oposición ha aprovechado para lanzar a la gente a la calle.
El presidente, ante todo, no debió mentir. No debió invocar el peligro del norte, porque ese peligro lleva décadas allí presente y, aún así, los surcoreanos se han convertido en una de las potencias industriales del mundo.
Pero hay que tener en cuenta el peligro latente: si cae Corea del Sur... una tela de araña se extenderá desde Moscú a Ceilán. No será un telón de acero sino una red viscosa de neocomunismo capitalista que afectará... a la mitad de la humanidad.
San Juan Pablo II profetizó que el siglo XXI sería el siglo de Asia. Y acertó, pero seguro que no se refería a este Asia siniestra, que ha mezclado lo peor de Occidente, el capitalismo ateo e incluso antiliberal (no, capitalismo y liberalismo no son lo mismo) y lo peor de Oriente: el leninismo cristófobo. Se refería a la evangelización de Asia, de China e India, sobre todo Hoy Pekín, con el soberbio Xi Jinping al frente, le toma el pelo al Vaticano y se sigue ensañando con los católicos chinos mientras nombra obispos, frente a un Vaticano a la defensiva. Mientras, India se ha convertido en el país que más se ataca los cristianos, liderados por el siniestro Narendra Modi, un panteísta que odia al Cristianismo, eso sí, dentro del supuestamente pacífico quietismo hindú... ¡y un jamón de mono!