Como ya ha venido contando Hispanidad, la solución al conflicto entre Rusia y Ucrania pasa por volver a acercar a Rusia a Occidente, a pesar de que la guerra emprendida por Rusia contra Ucrania es injusta.

El error de no integrar a Rusia en Occidente, tras la caída del comunismo, ha sido el gran fallo de un Occidente, que con el juicio nublado por su deriva progresista, no será capaz de hacer frente a las múltiples amenazas al mundo libre, desde la tiranía comunista china al islamismo radical.

Para entender la situación actual es menester analizar lo ocurrido en las últimas décadas. Durante la presidencia del republicano George W. Bush, entre 2001 y 2009, que coincidió prácticamente en el marco temporal, con el primer mandato de Vladimir Putin entre 2000 y 2008, las relaciones entre EEUU y Rusia no se estrecharon, pero se mantuvieron dentro de una relativa cordialidad, que solo se vio empañada en momentos puntuales, por el proyecto estadounidense del escudo antimisiles en territorio europeo y por el conflicto entre Rusia y Georgia, en el verano de 2008.

Esa cordialidad se mantuvo durante el primer mandato de Barack Obama. Hasta tal punto había Rusia dejado de ser percibido como un enemigo para EEUU, que en uno de los debates de las elecciones presidenciales de 2012, el entonces candidato presidencial republicano Mitt Romney calificó a Rusia como el principal enemigo de Estados Unidos, y, entonces, el presidente y candidato demócrata a la reelección Barack Obama, con su habitual chulería, se rió de Romney afirmando: “La Guerra Fría se acabó, Mitt”. Y no solo eso, jaleado por la progresía mediática, ridiculizó al candidato republicano, argumentando que la imagen de la política exterior de su adversario estaba anclada en el pasado.

Sin embargo, todo cambió durante el segundo mandato de Barack Obama como presidente y Joe Biden como vicepresidente. La progresía mediática comenzó a aumentar el tono contra Rusia por diversos motivos.

La decisión de Putin de intervenir en favor de Al Assad no gustó a los Estados Unidos de Obama-Biden, que, en su ciego intento de derrocar al líder sirio, lo único que favorecieron con su errática actuación, fue el avance del Daesh

En primer lugar, por la mal denominada primavera árabe. En este escenario, Occidente con Obama y Biden a la cabeza, cometió el error de apoyar unas revueltas, que únicamente sirvieron para desestabilizar más la zona y fortalecer al islamismo radical. Hasta el punto que, numerosos líderes autoritarios pero no fanáticos, como el egipcio Mubarak o el libio Gadafi, fueron sustituidos por extremistas islámicos como los Hermanos Musulmanes en Egipto o acabaron convirtiéndose en Estados fallidos como es la actual Libia. Pero, sin duda, el efecto más peligroso fue el ascenso del Estado Islámico (ISIS o Daesh), la organización fanática islámica que ha teñido de sangre las calles de todo el mundo con sus atentados, y que en 2014, autoproclamó el califato islámico, llegando a controlar gran parte del territorio de Siria e Iraq.

Entonces, el principal campo de batalla se centró en Siria, donde el régimen alauita de Bashar Al Assad perdía cada día más territorio por el avance del Daesh y de los grupos rebeldes respaldados por Occidente, próximos también al islamismo radical. Sin embargo, todo cambió en 2015, tiempo después del inicio del conflicto, cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, anunció el inicio de operaciones militares en el país en apoyo del presidente de Siria, para frenar al ISIS. La decisión de Putin de intervenir en favor de Al Assad no gustó a los Estados Unidos de Obama-Biden que, en su ciego intento de derrocar al líder sirio, lo único que favorecieron con su errática actuación, fue el avance del Daesh. La historia contará que Rusia estaba en el lado correcto de los hechos, por apoyar a un líder que aun siendo autoritario, no era un extremista islámico y permitía algo inusual en el mundo islámico: la plena libertad religiosa de los cristianos. Sin la intervención rusa, sin duda el Estado Islámico se habría alzado victorioso, y si bien el conflicto en Siria aún no ha terminado, el islamismo radical ha sufrido un claro retroceso.

El siguiente punto de conflicto entre la progresía estadounidense y la Rusia de Putin fue en el año 2013, cuando ya con Putin de nuevo en el poder, tras el período en que su delfín Medvédev ostentó la presidencia, Rusia aprobó la legislación contra la propaganda homosexual. Una legislación similar a la adoptada recientemente por los dos últimos gobiernos cristianos de la Unión Europea, Polonia y Hungría, y que perseguía la defensa de los valores tradicionales de familia y vida. Dicha legislación marcó también un conflicto permanente entre la progresista Casa Blanca de Obama y Biden y el Kremlin de Moscú.

Estos eventos separaron aún más a EEUU y Rusia, y en el marco de la beligerancia entre ambas naciones, se producía el primer episodio del conflicto entre Rusia y Ucrania, cuando el 18 de marzo de 2014, Rusia se anexionaba Crimea sin reacción por parte de la OTAN, EEUU y Occidente, que se limitó a imponer sanciones económicas a Moscú.

El siguiente punto de conflicto entre la progresía estadounidense y la Rusia de Putin fue en el año 2013, cuando esta última aprobó la legislación contra la propaganda homosexual. Una legislación similar a la adoptada recientemente por los dos últimos gobiernos cristianos de la Unión Europea, Polonia y Hungría

Pero sin duda, el clímax de la animadversión entre Obama y Putin tuvo lugar en el marco de las elecciones presidenciales de 2016, en las que se impuso el republicano Donald Trump a la demócrata Hillary Clinton. Para tratar de deslegitimar la victoria del republicano, los demócratas y la progresía mediática crearon la farsa de la trama rusa, que revelaba supuestos vínculos entre Trump y el Kremlin, por los cuales Rusia habría manipulado las elecciones presidenciales estadounidenses en favor del republicano. Un auténtico fraude que sigue desmontando la investigación del Fiscal Especial para el Departamento de Justicia, John Durham, como ya contó Hispanidad.

La llegada al poder de Donald Trump supuso una mejora notable en las relaciones con Rusia. El Ejecutivo de Trump cambió notablemente el enfoque en las relaciones exteriores, favoreciendo históricos acuerdos de paz en Oriente Medio, eliminando al máximo el intervencionismo en el exterior y, sobre todo, plantando cara al verdadero enemigo para Occidente, la China comunista. Y con respecto a Rusia, la firmeza de posiciones de Trump, unida a una mayor comprensión de posturas con el Kremlin, fraguó unas mejores relaciones ruso-americanas, y el Kremlin no efectuó ningún intento de expansion territorial durante el mandato de Trump.

Sin embargo, con la llegada de Biden a la presidencia, nuevamente la progresía mediática y los demócratas volvieron a tensar la relación con Rusia. Así, nada más llegar a la Casa Blanca, Biden insultó a Putin calificándole de “asesino”, por la “injerencia rusa en las elecciones”, cuando se ha demostrado que la injerencia fue un fraude creado por los propios demócratas. Por supuesto, Biden nunca ha rectificado sus palabras, por cuanto la esencia del progresismo es la impunidad, y ya que supondría su automática dimisión.

Con respecto a Rusia, la firmeza de posiciones de Trump, unida a una mayor comprensión de posturas con el Kremlin, fraguó unas mejores relaciones ruso-americanas, y el Kremlin no efectuó ningún intento de expansion territorial durante el mandato de Trump

Y ahora también, durante la presidencia del demócrata Biden y nuevamente enquistadas las relaciones, nos encontramos en la segunda parte del conflicto ruso-ucraniano, donde la Rusia de Putin ha atacado al resto de Ucrania… de nuevo ante la pasividad de un Occidente regido por un progresista cobarde como Biden que es débil con el fuerte y fuerte con el débil.

Rusia es responsable de una guerra injusta contra Ucrania, pero son Barack Obama y Joe Biden quienes han enfrentado a Occidente con Rusia, lo que puede tener consecuencias letales para el futuro del mundo.