Como decíamos ayer, parece que Colombia vuelve a las andadas violentas, si es que alguna vez llegaron a desaparecer del todo.

Según recogió Hispanidad, el sábado pasado, el precandidato a la presidencia del país, el opositor Miguel Uribe, recibía un disparo en la cabeza del que todavía se debate entre la vida y la muerte.

El autor del disparo fue un menor de edad que, en una vista judicial posterior, declaró haber sido contratado por 20 millones de pesos para asesinar al político del Centro Democrático, recoge Informe Orwell. 

No obstante, la Fiscalía colombiana sigue investigando quién le dio la orden y cómo se realizó la preparación del atentado.

Por otra parte, y como indicio que reforzaría la hipótesis de que el atentado contra Uribe lo ejecutó la izquierda para ayudar al actual Gobierno de Gustavo Petro (un contrincante menos), la expolítica derechista colombiana Ingrid Betancourt, que fue secuestrada por las FARC entre 2002 y 2008, acusó al actual presidente de poner a guerrilleros de este grupo terrorista -es decir, sus antiguos secuestradores- como sus escoltas.   

Y, hablando de Petro, el exembajador del país sudamericano, Álvaro Leyva, denunció recientemente que el actual presidente colombiano tiene un problema de adicción con las drogas. 

Debido a estas acusaciones, la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes adelantó que va a abrir un investigación sobre los presuntos problemas con las drogas de Petro "por hechos que pueden configurar faltas disciplinarias, indignidad o mala conducta en el ejercicio de sus funciones".