La segunda mitad del siglo XX vino marcada por la conversión de Rusia y la caída del comunismo, anunciadas en Fátima. Es verdad que la caída del imperio soviético, iniciada con la Perestroika, asimismo profetizada en Fátima y en las posteriores apariciones de Nuestra Señora a Sor Lucía, abrieron una esperanza, pero mucho me temo que, antes de acabar el mismo siglo XX, hemos visto, no sólo como renacía el mal en Moscú, sino como, siguiendo los vaticinios de ese periodista-místico llamado Chesterton, hemos sufrido cómo se pervertía Washington, capital de Occidente, tras la apostasía de Europa, que renunció a liderar el mundo y permitió a Estados Unidos convertir el cristianismo en mero capitalismo. 

En el siglo XXI, al marxismo le sucedía algo peor: la blasfemia contra el Espíritu Santo. Es decir, lo propio del siglo XXI, la suprema inversión de principios y valores, donde lo bueno se convierte en malo y lo malo en bueno, la verdad en mentira y la mentira en verdad y -no menos grave- la belleza en fealdad y la fealdad en belleza admirable, que no en vano el arte de nuestro tiempo se llama feísmo. 

Un mundo donde el aborto, el crimen más infame, pasa a ser un derecho humano, digno de figurar en la solemne Declaración de los Derechos del Hombre. Y conste que lo del aborto es sólo un ejemplo: hay otros muchos. 

En este mundo invertido, con la humanidad caminando cabeza abajo, ligeramente mareada, acabamos de vivir otra ingeniería social en Armenia, la segunda en 100 años, y una vez más, Dios abandona a su pueblo elegido. En el Caspio los musulmanes de Bakú proceden a una ingeniería social, ahora conocida como limpieza étnica, con los cristianos armenios de Nagorno-Karabaj, mientras el Occidente cristiano calla. Y de inmediato, del Caspio al Mar Muerto, los fundamentalistas islámicos de Hamás perpetran una matanza en el territorio de Israel. ¿Terrorismo o guerra? ¿Qué más da? Se trata de una masacre donde se degüellan bebés, se violan mujeres, se mata, se secuestra y se rapiña. El pueblo elegido vuelve a ser objetivo de un intento de exterminio mientras algunos ministros de Sánchez se compadecen de los verdugos y apuntan contra las víctimas: algo habrán hecho.

Si hubiese que escribir en caliente la crónica de nuestro tiempo, la crónica que responde, no a lo que ha pasado hoy sino a lo que está pasando, yo diría que lo ocurrido en Armenia y en Israel parecen el tiempo de los tiempos y el fin de los fines. Concurren en estos hechos los vaticinios del Nuevo y del Antiguo Testamento, todos a una. Los armenios viven su nueva 'sehol' y los judíos otra solución final. 

Traducción política y geoestratégica... muy profunda: hemos perdido a Putin y se ha pervertido Biden... mientras Europa mendiga.

Sí, la estupidez norteamericana, presunto líder de Occidente al poseer el ejército más poderoso del mundo, mantuvo su odio a Rusia tras la caída del muro... por la misma razón que los culés prefieren no ganar la liga con tal de que el Real Madrid pierda la Champions. 

Terminado el comunismo, en lugar de tender la mano a la cristiana Rusia, introducirla en Europa y cerrar la OTAN, se empeñó en destruirla. Naturalmente, Vladimir Putin -no, no es inocente, pero, como todo culpable, también tiene sus razones- ha abandonado Occidente y se ha echado en manos de Oriente.

Añadan a esto la conquista del mundo hispano por parte del Nuevo Orden Mundial (NOM), corazón de la cristiandad durante más de 1.000 años. Hoy la Hispanidad es presa del neomarxismo woke. Neomarxismo porque ya no quiere alcanzar el poder mediante la insurrección sino en las urnas y woke porque estamos regidos por la ideología de género: una Hispanidad de imbéciles crueles y de crueles imbéciles. 

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España, desde la conversión del rey Recaredo (587) y hasta finales del siglo XVII, un milenio, justamente hasta que Europa se pervirtió con el papel maché de la llamada Ilustración, tuvo como referente a España. Las alabadas Ilustración y posterior Revolución Francesa sólo fueron un artificio para destronar a Dios del corazón del hombre y someterle a la más irracional de las esclavitudes: el hombre privado de Dios. España, y luego su gran creación, la Hispanidad, lideran a la humanidad durante más de un milenio, el del Medievo, verdadera edad de oro de la humanidad. Luego entra en decadencia y llegamos al siglo XXI, con un mundo hispano ajeno a sus raíces cristianas y convertido en una marioneta del mundo anglosajón, descreído y amargado. Hoy la Hispanidad está regida por un grupo de neomarxistas majaderos que exhiben ideología de género incapaz de llegar al corazón: como mucho, a la entrepierna. 

En este panorama, tal parece que Armenia e Israel no son otra cosa que dos jalones más en este tiempo de los tiempos y fin de los fines, encrucijada histórica que vivimos en 2023. Es una frase que he recuperado de Pablo Benavidesautor de un libro que no me cansaré de aconsejar: Señales del fin. La frase está inserta en el III Secreto de Fátima, versión diplomática, que la original debe ser aún más temible. Como buen analista de lo que ocurre, Benavides ni insinúa que el fin del mundo esté cerca -eso sería una tontería propia de un iluminado, pero que sí puede andar cerca la Segunda Venida de Cristo, precedida de la ‘gran tribulación'. Ningún invento extraño, estamos hablando de lo que predicen los tres evangelios sinópticos, lo que augura el Apocalipsis y buena parte de los profetas del Antiguo Testamento... más la inmensa mayoría de los místicos actuales, que resulta que son místicos de final de ciclo.

Sí, esto parece el tiempo de los tiempos y el fin de los fines. Es decir, final tétrico y principio glorioso. Como la vida misma.