Del Debate sobre el Estado de la Nación, que no ha terminado tienen ustedes y tendrán cumplida información en estas mismas pantallas de Hispanidad. Ahora, lo que me interesa aclarar son dos aciertos, el uno a cargo del hoy alicaído Santiago Abascal y el otro, también acierto, por cuanto tiene de sinceridad, es el de Gabriel Rufián, que pidió a Sánchez medidas para censurar a la prensa.

El apagado Abascal dio en la clave cuando definió el Sanchismo como un soborno, pagado, eso sí, con dinero público, es decir, con el dinero de los demás.

En efecto, el demagogo Pedro Sánchez se mantiene en el poder gracias al voto cautivo, limosnas que se financian con cargo al erario público. 

De hecho todo el discurso de Pedro 'Antonio' Sánchez, consiste en su habitual enumeración de limosnas públicas, que nunca sacan de la pobreza y que hacen depender a sus perceptores de que el señorito Sánchez continúe en Moncloa por muchos años: ingreso mínimo vital y la habitual panoplia de subsidios estatales, siempre temporales, que no sacan de la miseria pero te vuelven cada día más dependiente del Estado, mayormente, de don Pedro.

Esto es un soborno y un soborno pagado, además, con el dinero de los demás y tras esquilmar a la clase media, que es la que renuncia a la limosna de Sánchez y sólo pide que le deje en paz para buscarse la vida sin ayudas del Gobierno.

La clase media es la que tiene algo en propiedad, por tanto, sabe el valor de la propiedad privada. Clase media es, en definitiva, aquel español que se niega a ser sobornado por el poder y con más querencia a la diligencia que a la pereza.

Lego vino la intervención de Gabriel Rufián, portavoz parlamentario de la independentista de izquierdas, ERC, a quien felicito, no porque me guste lo que dijo naturalmente, sino por quitarse la careta. 

Rufián no pide exige, así que exigió a Pedro Sánchez medidas contra la "contaminación mediática", es decir, que Rufián exigió la reimplantación de la censura. 

En buen parte, esa tarea ya la hace Google, al menos cuando el poder es progresista, pero Rufián, además de censurar pretende aterrorizar al periodismo libre. Es un demócrata.

Por lo demás, salvo esos aciertos de Abascal y Rufián, lo cierto es que El Debate se ha convertido en un pavoneo adolescente de unos políticos empeñados en obtener su minuto de gloria.